En manos de Francisco Abuín está la coordinación del Servicio de Intermediación Laboral de la Confederación Galega de Persoas con Discapacidade (Cogami), la referencia en la comunidad del apoyo a este colectivo. Un trabajo minucioso, personalizado, que obliga a tocar directamente en la puerta de las empresas, aunque cada día la sociedad esté "más sensibilizada". Lo que no quita que la incentivación económica sea fundamental. "Es que partimos de una desventaja muy importante", reivindica Abuín, que recuerda que, entre otras ventajas, un discapacitado suele "hacer equipo" entre sus compañeros.

-Me imagino que en la orientación de un discapacitado intervienen muchísimos factores.

-Efectivamente. El primero, la propia persona. Sus capacidades y el trabajo que puedan desempeñar. Hay quien está en condiciones de asumir una actividad física, pero no intelectual, y al revés. Luego, la formación. Solo el 3% de las 23.000 personas que están con Cogami tiene un título universitario y entre el 65% y el 70% no cuenta ni con el graduado escolar. En contra juega la sobreprotección del entorno, donde además en Galicia se une a los problemas que supone vivir en zonas rurales, sin un tejido productivo alrededor y una movilidad reducida. El cuarto factor es el género. Si además de ser discapacitado eres mujer, las dificultades se multiplican.

-¿Y la mentalidad del empresario? ¿Son realmente receptivos?

-Eso influye incluso más que lo anterior. Porque los discapacitados están motivados, pero el gran handicap es la reticencia del empresario. Que es cada vez menor. Nosotros trabajamos directamente con ellos, visitando empresas para frenar el miedo inicial. Hay incentivos y otros beneficios muy importantes, como la responsabilidad social corporativa, o que los discapacitados acaban haciendo equipo.

-¿Pero no influye más, por lo menos de momento, el incentivo económico?

-Sí. Es que partimos de una desventaja muy importante. No son inactivos porque sí. El 60% de ellos está en paro, triplica la tasa de desempleo de la población en general. Hay que dar incentivos, además de seguir demostrando que pueden realizar un trabajo. Evidentemente las subvenciones les aportan un valor añadido que en crisis es todavía mayor.

-Las pequeñas empresas lo tendrán más complicado.

-Por ley, las de más de 50 trabajadores tienen que cumplir con un 2% de discapacitados en su plantilla. Evidentemente, siempre están mucho más evolucionadas. Pero nosotros trabajamos sobre todo con pymes y el 70% de las ofertas que captamos son de empresas que están por debajo de esos niveles de personal. A lo mejor no le dan tanto valor a la responsabilidad social, pero sí a los incentivos.

-Cuando alguien se os acerca pidiendo ayuda, ¿cuál es la mecánica?

-Hay gente que viene directamente o derivada de los servicios de empleo o de los ayuntamientos. Tenemos siete oficinas de orientación en las ciudades, pero nos desplazamos a cualquier lugar para una primera entrevista ocupacional con el currículum, la experiencia y las expectativas de cada persona. Después de recoger toda la información documental sobre su vida laboral, llega la entrevista de orientación para saber cómo, cuándo y dónde buscar trabajo. Parece obvio, pero esta es la clave. También solemos hacer acciones grupales para que se relacionen entre ellos. La experiencia compartida les ayuda mucho.