Galicia mitiga la inflación en julio pese al alza de la fruta, el aceite o las legumbres

Sus precios, los que más subieron, ascendieron un 7,3%, 3,6% y 2,9% | Las rebajas en moda templaron el impacto en el IPC, que creció un mínimo 0,1% frente al mes anterior

Una frutera atiende a su clienta. |  // ALBA VILLAR

Una frutera atiende a su clienta. | // ALBA VILLAR / JORGE Garnelo / Paula Clemente

Jorge Garnelo / Paula Clemente

Galicia cerró el mes de julio entrando en el top 5 de comunidades que mejor contuvieron la inflación. Lo hizo compartiendo un acalorado podio con la Región de Murcia, al registrar ambas un mínimo ascenso del 0,1% en su Índice de Precios de Consumo (IPC), pero por detrás del estancamiento de Castilla y León, Andalucía y Extremadura (0%) e incluso la ligera recuperación de Canarias (-0,1%). A grandes rasgos, la autonomía gallega mitigó el encarecimiento generalizado y prolongado de la cesta, aunque dependiendo de a quién se le pregunte ese alza se sintió de una manera u otra. La carestía se cebó, al compás de las altas temperaturas, con la fruta fresca. Su coste fue el que más subió en comparación a junio (un drástico 7,3%) y a esta categoría le siguieron alimentos como el aceite (3,6%), los preparados de legumbres y hortalizas (2,9%), la carne ovina (2,5%) y el pescado (2,3%). Al lado contrario, como colchón para aplacar esos incrementos, se posicionó la moda. Las rebajas que abarrotaron tiendas como Zara, Mango o H&M a lo largo del pasado mes se saldaron en un prominente descenso que logró templar el impacto de aquellos productos que no respondieron igual.

En concreto, la vestimenta de mujer (-12,4%) así como la de niño y su calzado (-10,8% y -10,1%) fueron los bienes de consumo que mayores disminuciones anotaron en sus importes. Se redujeron bastante más que la vestimenta y el calzado de hombre (-6,6% y -8,6% respectivamente), además de los complementos y reparaciones de prendas (-8,1%) o los textiles y accesorios del hogar (-4,5%), en una caída que en su conjunto se cifró en el -9,9%.

Este comportamiento nada tuvo que ver con el de los alimentos, cuyo precio aumentó un 0,9%, o el ocio y cultura, el grupo que más repuntó en julio con un 2,5% frente al mes anterior. Fueron los paquetes turísticos (16%) y los servicios de alojamiento (7,9%) donde más se concentraron las alzas, algo completamente comprensible si se tiene en cuenta que en este periodo Galicia atravesó uno de sus momentos más rentables en lo que atañe al sector servicios. De hecho, la alta cantidad de veraneantes nacionales y extranjeros impulsó el encarecimiento del turismo y la hostelería un 2,4% en relación a junio.

El azúcar, hasta las nubes

Si se analiza lo que va de año, la situación cambia aunque no mucho. En el acumulado de 2023, el IPC de la comunidad se eleva al 2,1%, una cifra evidentemente más alta que el 0,1% de julio pero que coloca a la autonomía nuevamente entre las cinco que mejor controlan la inflación. Solo por detrás de Castilla y León, Madrid y Aragón (2%) y Extremadura (1,5%). Respecto a julio de 2022, el crecimiento de los precios en Galicia también se sitúa en el 2,1%, en este caso con el territorio gallego posicionándose en sexto lugar.

En cuanto a la variación interanual, los productos que más se encarecieron fueron el azúcar (un 58,2%), seguido del aceite (20,7%) o la leche (18,4%). En contraposición, aquellas categorías en las que más se redujeron fueron la calefacción, la luz y el agua (-32,4%), así como el transporte público interurbano y urbano (-16,5% y -11,5%). En el primer paquete, como consecuencia de la estabilización de los costes energéticos, y en el segundo por la implantación de medidas para abaratar medios como el tren o los autobuses públicos a través de bonos para jóvenes y otras ofertas.

Coincidiendo con el avance del calentamiento global y su impacto en buena parte de España, fundamentalmente en el sur, donde los episodios de sequía se vuelven cada vez más habituales, son las bebidas no alcohólicas el subgrupo que más ascendió frente al año anterior en Galicia (12,2%), solo por detrás de los paquetes turísticos (26,8%). Tras ellos se sitúan los alimentos (10,2%), el tabaco (6,9%) o la restauración (6,8%). En el polo opuesto, nuevamente, se encuentran la electricidad, el gas y los combustibles (-34,5%), seguido de la educación infantil y primaria (-12,8%) y los equipos de telefonía (-6,8%).

Empresas y una “regulación eficiente” contra el alza de precios

Apostar por mercados eficientes y competitivos puede ayudar a combatir las alzas de precios y proteger el poder adquisitivo de la ciudadanía. Así lo concluye un estudio de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) elaborado, precisamente, para ahondar en la idea de que incentivar la competencia entre empresas puede funcionar como herramienta para aliviar la inflación. Lo sería, reconoce este organismo público, en combinación con decisiones como subir los tipos de interés, pero por sí sola tiene la facultad de fomentar la existencia de productos más baratos, mayor variedad y capacidad de elección, así como lograr más empleos y mejores condiciones laborales, es decir, más dinero en manos del consumidor. “La herramienta tradicional para controlar las alzas sostenidas de precios es la política monetaria, cuya aplicación recae sobre los bancos centrales. Esta política ha mostrado su capacidad para estabilizar la inflación en diversas ocasiones, pero, para que funcione de la mejor manera posible, debe ser acompañada por otras políticas”, introducen los responsables del informe. Se refieren, por ejemplo, a reformas estructurales dirigidas a modificar el funcionamiento de los mercados y a una regulación “eficiente” que promueva el nivel de competencia más alto posible. De hecho, a juicio de esta entidad, solo hay que establecer restricciones a la competencia en caso de que exista un objetivo urgente y de interés general que únicamente pueda alcanzarse con esta limitación. Y, en el caso de los mercados donde hay problemas como externalidades, un exceso de poder del mercado o falta de información, hay que llevar a cabo, además, una supervisión más intensa de las conductas de los operadores. Porque la premisa básica es que a mayor competencia, más incentivos para poner precios bajos, más posibilidades de tener una economía flexible que resista estas crisis inflacionistas, y más crecimiento económico que contrarreste los efectos negativos sobre el poder adquisitivo.

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