El ‘cuello de botella’ del hidrógeno verde

La Agencia Internacional de la Energía considera que el gas “está lejos de alcanzar su potencial”, en parte por una regulación no unificada | En A Coruña están previstas cuatro instalaciones

Vista aérea de la central de As Pontes donde están previstas dos plantas de hidrógeno verde.   | // ENDESA

Vista aérea de la central de As Pontes donde están previstas dos plantas de hidrógeno verde. | // ENDESA / Yago López / Manolo Rodríguez

Yago López / Manolo Rodríguez

Expresiones como “el hidrógeno verde es el nuevo carbón” o “el hidrógeno es el gran vector energético del futuro” son ya frases comunes en el ámbito de la industria. Y no cabe duda de que existen ambiciosos proyectos para descarbonizar los procesos fabriles con este gas, obtenido mediante electrolisis (separación de las moléculas de hidrógeno y oxígeno del agua) generada con energías limpias como la solar o la eólica.

En A Coruña destacan cuatro proyectos para poner en marcha cuatro plantas de hidrógeno verde. La primera es la que Reganosa y EDPR construirán en As Pontes. Cuenta con una inversión de 156 millones y supondrá la creación de 60 puestos de trabajo directos y otros 2.500 indirectos. Endesa también proyecta en As Pontes su propia central de hidrógeno verde de 100 megavatios.

La tercera planta anunciada estará en Meirama. Es una iniciativa empresarial de Naturgy, Repsol y Reganosa, que prevé estar operativa en 2025. La inversión es de 67 millones y generará 400 empleos. Y, por último, Ignis ha planteado la construcción de otra planta en los antiguos terrenos de Alu Ibérica en Agrela.

No obstante, el camino hacia esta fuente energética está aún sembrado de incertidumbres. Lo ha señalado en un reciente informe la Agencia Internacional de la Energía (AIE), organización con sede en París que busca coordinar las políticas energéticas de los principales países desarrollados. Si bien la entidad admite que “el hidrógeno puede jugar un papel esencial en la descarbonización de sectores como la industria pesada y el transporte de larga distancia, todavía aún está lejos de alcanzar su potencial”. La AIE advierte de que “la demanda de hidrógeno aún está mayoritariamente relegada a unas pocas aplicaciones tradicionales”, y que “la gran parte de la producción actual de hidrógeno se basa en combustibles fósiles, mientras que la generación de hidrógeno de bajas emisiones está todavía en una fase muy incipiente”.

El informe señala que, de los 1.200 nuevos proyectos de gas renovable anunciados hasta la fecha en todo el mundo, tan sólo el 5% “ha concitado decisiones firmes de inversión”. La Agencia destaca tres motivos principales de los “importantes cuellos de botella” que sufren esas iniciativas: las incertidumbres sobre la futura demanda, las “insuficientes” infraestructuras para transportar el hidrógeno a los clientes y la “falta de claridad” en la regulación y la certificación.

El análisis se detiene en este último punto, resaltando que “la ausencia de una terminología unificada es un gran impedimento a la inversión y al potencial comercio”, y que “una metodología consensuada internacionalmente para calcular las emisiones podría rebajar los costes financieros, ofrecer más claridad a los inversores y potenciar mayores economías de escala”.

Así, la AIE recuerda los diferentes términos que se están empleando para definir el hidrógeno en función de su método de producción, desde las palabras “sostenible” o “limpio” a diferentes colores como “gris” (el generado con gas natural), “azul” (incluye la captura de carbono), “rosa” (energía nuclear) o “verde” (energía renovable). El organismo remarca que “no existe un consenso sobre la definición de estos términos, lo que no ayuda a determinar los diferentes niveles de emisiones potenciales”.

Para ilustrar el problema, el informe señala que “muchos electrolizadores funcionan con la potencia de la red eléctrica, cuyas emisiones pueden variar enormemente en función de cómo se genere la electricidad, pero a eso no se le ha asignado ningún color”. Asimismo, en el caso concreto del hidrógeno azul, la Agencia sostiene que “las emisiones por kilogramo de hidrógeno producido pueden variar mucho dependiente de la tecnología utilizada y la cuota de dióxido de carbono capturado”.

En esta línea, la AIE subraya que la ausencia de estándares universales o acuerdos internacionales “impiden el cumplimiento de los requisitos regulatorios y del mercado”. Porque, si bien el documento afirma que en todo el mundo ya existen múltiples rutas de hidrógeno de baja emisión y que sus elevados costes actuales “está previsto que bajen significativamente” gracias a la innovación tecnológica y a las economías de escala, “si los potenciales inversores y consumidores no están seguros de si determinada ruta no se ajustará a las diferentes exigencias de emisiones de los países o regiones que atraviese, puede que tengan dudas para ejecutar sus proyectos”.

A este respecto, la Agencia recuerda que la Asociación Internacional para el Hidrógeno y las Pilas de Combustible en la Economía (IPHE, en sus siglas en inglés) ha desarrollado una metodología para estandarizar la emisión de gases de efecto invernadero a lo largo de diferentes rutas, “lo cual podría mejorar la transparencia y facilitar el desarrollo del mercado”. Dicha metodología está siendo evaluada por la Organización Internacional para la Estandarización (ISO), y está previsto que se publique a finales de 2024. A continuación, los operadores privados y los gobiernos habrían de asumirla.

Hasta entonces, según recuerda la AIE, muchos países y organismos regulatorios están poniendo en marcha diferentes sistemas de certificación y marcos regulatorios. Pero éstos, “aunque ofrecen puntos de unión, difieren en aspectos que pueden limitar la interoperabilidad”. Por ejemplo, qué fases de la cadena de suministro están cubiertas, el margen de emisiones que contemplan, el tipo de tecnología que puede utilizarse o si caben los combustibles fósiles en algún momento de la producción. “Estas diferencias pueden suponer barreras para los desarrolladores de proyectos, que se ven obligados a encarar procesos de certificación de cada uno de los mercados nacionales a los que quieren acceder”, advierte la Agencia.

Reganosa y EDPR, por una parte, y Naturgy, Repsol y Reganosa,

Casi un centenar de plantas en España previstas

Las compañías españolas se movilizan para aprovechar la futura revolución del hidrógeno verde, un esperado nuevo boom energético que busca ser crucial para impulsar la ineludible descarbonización de la economía. Grupos energéticos e industriales toman posiciones para aprovechar el nuevo filón y desbordan por mucho los objetivos a los que aspira para 2030 el Gobierno actual, que acaba de disparar su ambición en el borrador de plan verde español para esta década enviado a la Comisión Europea. España cuenta ya con una megacartera de casi un centenar de proyectos de producción de hidrógeno renovable repartidos por todo el país  (cuatro de ellos en A Coruña) y que ya pulverizan la nueva meta fijada por el Ejecutivo. Los grupos españoles tienen planes concretos para construir un total de 94 plantas de producción de hidrógeno verde antes de 2030, con una potencia conjunta de electrolizadores (que ejecutan el proceso que permite separar las moléculas de hidrógeno del agua) de casi 17.200 megavatios (MW), según los últimos datos actualizados y recabados por la Cátedra de Estudios del Hidrógeno de la Universidad Pontificia Comillas. La potencia conjunta de la cartera de proyectos diseñados por energéticas y grupos industriales se sitúa un 56% por encima del objetivo que ha marcado el Ministerio para la Transición Ecológica, comandado por la vicepresidenta en funciones Teresa Ribera, en la nueva versión de Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) que aún debe ser aprobada por Bruselas. El megaplán verde revisado contempla una previsión de que España llegue a 2030 con una potencia de electrolisis para producir hidrógeno verde de 11.000 MW. Una nueva meta que ya casi triplica el modesto objetivo de sólo 4.000 MW que se planteaba en la Hoja de Ruta del Hidrógeno aprobada previamente. Una gran mayoría de los proyectos aún se encuentra en unas fases primigenias y no se puede dar enteramente por seguro que acaben funcionando. De los casi cien proyectos, sólo cuatro están ya operativos y diez en construcción, mientras que una veintena han iniciado los trámites administrativos para conseguir los permisos (entre ellos, las plantas de As Pontes y As Somozas, que impulsan

por otra) y el resto hasta más de una sesentena aún están en fase de estudio de factibilidad del proyecto.

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