Un mar de innovación bajo el mar gallego

El sector, cuya facturación conjunta roza los 2.500 millones, ya es referente en la construcción de casi cualquier tipo de barco: obras singulares en las que apuestan con fuerza por su valor añadido

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Jorge Garnelo

No hay crisis que haya podido ganarle un pulso al naval gallego por dura que haya sido. Nunca. Aunque sufriendo algunas dolorosas bajas, ese dicho de lo que no te mata te hace más fuerte se ha personificado en el sector, que se ha erigido en todo un gigante internacional a la hora de construir buques de alto valor añadido a nivel tecnológico. De última generación. Son cientos de proyectos los que, a lo largo de las últimas décadas, astilleros e industria auxiliar han impulsado de la mano; proyectos que se escapan de los tradicionales barcos pesqueros e incluyen oceanográficos, buques offshore, patrulleras, contraincendios, remolcadores, buques militares, ferris, megayates… Un gran abanico de know-how, de obras singulares que muestran la profunda especialización del gremio, que no podría entenderse sin la innovación.

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La evolución que han experimentado las gradas de Galicia para acoger toda esta clase de encargos sería difícil de imaginar sin esa apuesta por la I+D+i que el tejido productivo ha incubado hasta acabar exportando a todos los rincones del planeta, dentro y fuera del país, en forma de prototipos únicos adaptados a las necesidades de cada armador. Un ejemplo es el Cap de Barbaria, de Armón Vigo, el primer ferri eléctrico español de pasaje y carga con cero emisiones en puerto. Pero también el superlujoso Renaissance, de Freire Shipyard, la mayor embarcación de su categoría a nivel nacional.

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Ambas naves, solo dos muestras del potencial del sector, fueron entregadas a lo largo del año pasado a sus respectivos propietarios. Y ambos astilleros estarán presentes esta semana en la Feria Internacional de la Industria del Naval (Navalia), que se celebra entre este martes y jueves. Desde la Asociación Clúster del Naval Gallego (Aclunaga) avanzan que estos tres últimos ejercicios, entre 2021 y 2023, la cifra de inversión en investigación, desarrollo e innovación de los astilleros y la industria auxiliar asentada en la comunidad autónoma rondó los 30 millones de euros. Todo ello sin contar los proyectos llevados a cabo por sus centros tecnológicos asociados (Aimen, Energylab o Soermar), los de las universidades (como A Coruña y Vigo) y los realizados al amparo de las líneas de ayuda de la Xunta.

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La entidad refleja que los últimos datos disponibles, de 2022, muestran que la facturación del gremio superó los 2.447 millones de euros, casi un 25% más que los 1.976 del año previo. A lo largo de la última década, además, se han exportado ocho de cada 10 encargos, un total de 156 barcos, y los pedidos que actualmente hay en cartera emplean a casi 14.000 personas en Galicia.

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“Es sin duda a través del concepto de valor añadido cómo nuestro sector se erige como uno de los líderes europeos y mundiales en las construcciones y artefactos navales más específicos. Esto se ha conseguido a través del dominio de la tecnología, la investigación, el desarrollo, y una fuerza laboral que atesora un conocimiento adaptado al progreso y a situaciones cambiantes y de incertidumbre. Es decir, se consigue con muchos años de tradición, dedicación, y esfuerzo”, señala Aclunaga, que afirma que para mantener ese alto valor añadido también es necesario “impulsar la innovación y la digitalización, una postura firme en el compromiso medioambiental y la sostenibilidad, y la promoción del talento”.

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Referente en muchos frentes

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El Cap de Barbaria y el Renaissance son las últimas joyas que se incorporan al amplio historial de proyectos singulares que tienen en su razón de ser la innovación, y a los que contribuyen, al igual que Armón Vigo y Freire Shipyard, el resto de astilleros de la comunidad autónoma. En el caso de Navantia, por ejemplo, podría citarse además de las fragatas F110 al LHD Juan Carlos I, el primer buque de la Armada con propulsión eléctrica con PODs. Son unos motores de imanes permanentes, montados bajo el casco sobre un sistema que les permite orientarse en cualquier dirección.

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Siguiendo la misma senda también están buques de Nodosa como el CFL Hunter, que fue el primer barco creado íntegramente con capital 100% de las Islas Malvinas. Nunca antes en la historia del archipiélago había sido construido un barco por un grupo armador completamente local, lo que dio lugar a una gran resonancia mediática y pública, de enorme trascendencia en el lugar, con diversos reconocimientos sociales y gubernamentales. Además, fue el primer palangrero de fondo de España que optó por la propulsión diésel eléctrica, y también en elegir CO2 como refrigerante.

En el caso de Cardama, por su parte, cabe destacar el Chiloango, el hermano mediano de los tres buques multipropósito contratados en 2010 por el Instituto Marítimo Portuario de Angola y cuyo contrato es, hasta ahora, el mayor sellado por la compañía (a la espera de las patrulleras de Uruguay). Se trata de una embarcación concebida para distintos usos, sobre todo como remolcador, pero cuya ingeniería también la hace idónea para llevar a cabo diferentes tareas de salvamento marítimo, lucha contra la contaminación o vigilancia aduanera, en función de las necesidades que en cada momento se le presenten al propietario.

La innovación también es ejemplo en Grupo Rodman. Metalships&Docks, otro de los históricos de la ría de Vigo, con el crucero Sea Cloud Spirit. Este buque goleta de tres mástiles, provisto de un sistema de propulsión híbrido, es uno de los veleros más grandes del mundo destinado al turismo premium. En su confección participaron más de 50 empresas auxiliares y en pleno COVID se hizo con el premio a la “Construcción naval más Destacada de 2020” que otorgan la Asociación y el Colegio Oficial de Ingenieros Navales.

De igual forma juega un papel relevante el modelo HS60, de Aister, otra de las naves insignia del sector y cuya primera unidad, la Río Flumen, entró en servicio en Algeciras en febrero de 2023. Concebida para la lucha contra la inmigración ilegal, el narcotráfico y el crimen organizado, es un referente en velocidad al superar cómodamente los 60 nudos de velocidad punta.

Otro de los buques que entremezcla innovación y singularidad es el Atzeneta II, de Montajes Cancelas. Un barco para transportar pienso a granjas agrícolas construido en acero que destaca por su capacidad de carga de hasta 60 toneladas repartidas en seis tolvas y que puede alimentar a 30 jaulas de lubina y dorada. Para el astillero es un hito ya que incorpora un sistema de alimentación automático que se programa mediante un software.

A ojos de Aclunaga, estos proyectos ponen de manifiesto que el naval gallego “se ha mantenido en la élite mundial” debido al alto valor añadido y la tecnología que aporta a sus productos, “características que le han dado la fama y reconocimiento internacional que posee”. Es un sector que sirve de “nexo de unión y eje vertebrador” de otras actividades representativas de la economía de Galicia como la pesca, la acuicultura, la defensa marítima o la náutica deportiva, erigiéndose como “uno de los líderes europeos y mundiales en las construcciones y artefactos navales más específicos”.

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