OPINIÓN

Complacencia o ambición: el dilema

Alfonso Rueda durante su comparecencia.

Alfonso Rueda durante su comparecencia. / LOC

Santiago Lago Peñas

Santiago Lago Peñas

Los resultados no se han desviado sustancialmente de las encuestas. El Partido Popular revalida mayoría absoluta con holgura y el presidente Rueda seguirá al frente de la Xunta. Un presidente que tendría razones para la complacencia, para no cambiar el guion de la acción de gobierno en los próximos cuatro años. Podría ignorar todos los argumentos críticos y los análisis que apuntan a debilidades en las políticas públicas autonómicas. Los votos avalarían este enfoque.

Pero existe un enfoque alternativo. Rueda ha ganado sus elecciones. Ya no es un presidente suplente; ahora es titular, con cuatro años por delante. Y puede decidir aprovechar el amplio apoyo electoral para dejar su impronta. En esencia, ser mucho más incisivo en la implementación de las políticas autonómicas. Porque el grado de ambición y el impulso innovador que se observan no son iguales en todas las áreas de gobierno. No es verdad que en la Xunta no se estén haciendo cosas interesantes. En algunos departamentos se está agitando el tablero para lograr frutos valiosos a medio plazo. Pero, a mi juicio, se podría hacer mucho más. Todo depende de la ambición que tenga el presidente electo y de su voluntad de dejar huella en la Historia de Galicia.

Sin duda, este segundo enfoque no es habitual. Cuando se gana, se celebra. Y se suele seguir de celebración indefinidamente. Los entornos de los líderes políticos se encargan de alejarles de los mortales; de quitarles el empeño en meterse en problemas y dificultades. Lo más fácil es la inercia. El otro camino requiere una templanza, una modestia y una sobriedad extraordinarias; y muchas ganas de trabajar. Reflexionar sobre cada área de gobierno, leer informes y análisis, hablar con expertos en cada uno de ellos para detectar los puntos débiles, las posibilidades de mejora y las experiencias de éxito en otras partes. El presidente Rueda se ha ganado la oportunidad de hacerlo con total libertad, sin tener que pactar con nadie las inevitables renuncias en el programa que conllevan las minorías. Es algo excepcional en la política española hoy.

No me resisto a referirme a la entrada de Democracia Ourensana (DO) en el Parlamento. 15.000 votos en una sola provincia para un partido que se presenta por primera vez es un gran éxito electoral y el alcalde Ourense puede, sin duda, jactarse de ello. Otra cosa es que no creo que la lógica y discurso de partidos como DO sea lo mejor para articular un país. En el límite, si el sistema de partidos de Galicia se convirtiese en una amalgama de partidos locales o provinciales exclusivamente interesados en pactar apoyo por dinero, quebraríamos el propio sentido de la autonomía. Además, esa mercantilización de la política podría acabar generando un efecto búmeran en lo reputacional: si el resto de Galicia acaba percibiendo egoísmo y agravio, serían posible incluso boicots como los que hemos visto de otros casos.

El reequilibrio territorial es un objetivo razonable. Existen herramientas para ello. Desde luego, sería muy bueno contar con informes independientes que cuantificasen la existencia de agravios comparativos y discriminaciones territoriales, a fin de poder resolverlos mediante decisiones futuras. Ese es el camino que ayuda a construir país.

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