El presidente de la Xunta de Galicia, querida Laila, ha tenido un resbalón muy importante el otro día en sede parlamentaria. Acuciado por la oposición para que diera una respuesta política inmediata contra los altos cargos imputados en la operación Campeón, Núñez Feijóo se negó a ello descalificando las razones políticas, éticas y morales que planteaba la oposición con el argumento de que "a mí me llegan los principios éticos y la supremacía moral que me dan los gallegos con sus votos". Yo espero con sinceridad, querida, que semejante declaración sea solo fruto de la euforia irreprimible que le pudiera haber causado al señor presidente su reciente y aún caliente victoria electoral, porque sabido es que el éxito, mal digerido, puede desequilibrar el ánimo y obnubilar la razón.

Los gallegos, con sus votos, únicamente le han otorgado al señor Feijóo la legitimidad de origen de su poder y de su autoridad, que es muy importante, pero en absoluto le han dado o prestado ningún "principio ético" y muchos menos "supremacía moral" alguna. Ni siquiera le otorgan, los dichos votos de los gallegos, la legitimidad de ejercicio, que solo logrará si su actuación se ajusta a los principios políticos y jurídicos, y también éticos y morales, que están establecidos por la Constitución y las leyes. En otras palabras, querida, la legitimidad democrática de cualquier gobernante, incluido el señor Feijóo, se sostiene en los votos de los ciudadanos de forma necesaria, pero no suficiente. Por eso ha habido gobernantes, legítimamente elegidos, que han perdido esa legitimidad de origen, justo por haber conculcado la llamada legitimidad de ejercicio, que es la congruencia de su actuación política con los principios políticos y éticos, preestablecidos en el sistema democrático. Los votos solo eligen; no exculpan, ni absuelven ni justifican.

Si el señor Feijóo se cree y, en consecuencia, sostiene su argumento, se está alineando con aquellas posiciones neoliberales extremas que tratan de vaciar de contenido el concepto de democracia identificándola exclusivamente con la celebración de elecciones, cuyo resultado suelen conseguir además por la coacción física, en algunos casos, o moral, social y mediática, como es el caso, por ejemplo, del inefable Berlusconi, el nuevo Duce que, con su partido-empresa Forza Italia, se ha alzado como un verdadero modelo de lo que han dado en llamar la post-democracia.

La mancha azul del PP tiñe España y lo está logrando sin exponer su programa, más allá de genéricas afirmaciones o muy difusas proclamas. Le basta con atacar, por lo grueso, las de por sí desprestigiadas actuaciones del Gobierno, esperando a que se caiga por su propio peso ya insoportable. Desconocemos, por lo tanto, qué medidas concretas van a tomar los populares y qué cambios precisos piensan realizar. Por este camino, que parece es el definitivamente elegido, don Mariano va a hacerse con el Gobierno más que por un ilusionado apoyo del electorado a su programa, por un rechazo de los ciudadanos al fracaso del PSOE. Con lo cual las intenciones políticas, los objetivos precisos, las medidas concretas y los procedimientos que impulsará el PP son una incógnita y, por ello, los ciudadanos vamos a tener que escrutar con paciencia y con lucidez los hechos y las palabras de los líderes del PP que ya gobiernan, como Esperanza Aguirre, Camps o Núñez Feijóo, y de los que van a empezar a hacerlo, como Carlos Negreira o Conde Roa, para ver si así nos enteramos de lo que se nos viene encima.

Es por todo esto, querida, que las palabras, argumentos y convicciones del presidente de la Xunta pueden resultar tan reveladores y, en este caso, son tan inquietantes.

Un beso.

Andrés