Entrevista | Diego Vázquez Reino Presidente de la Federación Gallega de la Construcción

“Dejémonos de demagogias: hay que atraer a trabajadores extranjeros porque aquí no hay”

“Muchas empresas de la construcción tienen que rechazar proyectos por falta de relevo generacional y mano de obra cualificada. Necesitamos cubrir entre 4.000 y 5.000 puestos”

Diego Vázquez Reino, presidente de la Federación Gallega de la Construcción.   | // F. L. C.

Diego Vázquez Reino, presidente de la Federación Gallega de la Construcción. | // F. L. C. / R. Prieto

Ya hace años que el sector de la construcción dejó de ser solo ladrillo para convertirse en industria constructiva. Profesionalización y acercarse al modelo industrial, son los retos que se marca el presidente de la Federación Gallega de la Construcción para un gremio que suma más de 8.400 empresas, representa el 10,9% del tejido empresarial de la comunidad y que, con las actividades añadidas, ronda el 12% del PIB. Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta hoy el sector, aunque no es exclusivo de la construcción, es la falta de mano de obra que lleva a cada vez más profesionales a tener que rechazar proyectos. “Necesitamos cubrir entre 4.000 y5.000 puestos; quien hoy se forma, al minuto trabaja”, apunta Vázquez Reino.

Pese al alza de los precios de los materiales y la desorbitada inflación, la obra pública en Galicia sigue al alza. ¿Cómo ha logrado el sector capear los sobrecostes?

Hace unos años los picos de sierra dificultaban mucho la sostenibilidad de las empresas y, por tanto, más que unos volúmenes muy altos reclamamos que sean justos y que se mantengan estables por parte de cada administración. Los datos de inversión son buenos, pero al final el alza de los precios es lo que lleva a defender mejor o peor los contratos. Ahí se ha hecho un trabajo muy arduo para que las administraciones equilibraran los precios de los proyectos. Ante este escenario, el Gobierno instauró el año pasado una revisión extraordinaria de precios con tres decretos para solventar esta situación. Pero no llegó de manera tan incisiva a los ayuntamientos.

¿Hasta qué punto no fue suficiente esta revisión?

No llegó a todo el sector, fundamentalmente no llegó a las pequeñas empresas. Ahora trabajamos por una norma ordinaria para que en cada contrato —para obras de más de cuatro meses— se establezca un reajuste de los precios adaptado al coste de los materiales en el momento de la ejecución. Con esa medida, esperamos que los contratos se realicen sin perjuicio para las empresas y para el empleo.

¿Cuántas obras se quedaron desiertas este año en Galicia?

En Galicia mucho menos que en el resto de comunidades. La mayor estabilidad institucional a nivel de inversiones en Galicia nos ha permitido acometer los cambios y los retos con más facilidad. En la comunidad gallega este año han quedado desiertos poco más de un 1% de los proyectos de obra pública a casi el 20% en otros territorios. De las tres administraciones, los concellos son los que presentan el mayor porcentaje: un 3,5%.

¿Hasta qué punto ha influido este año la falta de mano de obra en la ejecución de proyectos?

Ese es el gran problema del sector, aunque esa falta de relevo generacional y de personal cualificado afecta a todos los sectores y disciplinas. Es un tema que debería tratarse al más alto nivel ya que puede generar pérdida de competitividad y de productividad del propio país. Muchas empresas están rechazando proyectos porque pese a tener capacidad técnica y de solvencia carecen de mano de obra para ejecutarla.

¿Por qué cree que no resulta atractivo el sector para los jóvenes?

Primero, es una cuestión demográfica: tenemos una pirámide poblacional invertida. Hay menos demandantes y hay mucha oferta. Nos las tenemos que ingeniar para atraer a las nuevas generaciones y, en nuestro caso, a la mujer. Este es un aspecto fundamental para nosotros: que la mujer se vaya incorporando no solo a labores técnicas y administrativas, que ya están más que consolidadas, sino a la propia obra. Tenemos un porcentaje del 11% en todo el sector, pero necesitamos que en la obra el porcentaje de mujeres sea mayor.

¿Dónde hay que incidir para captar a las nuevas generaciones?

Los empresarios también tienen que acometer cambios, sobre todo en materia de conciliación y de la jornada de trabajo: hacer atractivo nuestro trabajo. Ahora bien, no se puede demonizar un sector. Cada oficio tiene sus características. Y en ese aspecto hemos avanzado muchísimo. Se han acortado los horarios de la jornada laboral cumpliendo los acuerdos marcados por nuevos buen convenio general del sector. Además, hemos logrado el primer plan de pensiones sectorial en España. Entre todos, administraciones, empresarios y representantes de trabajadores, tenemos que ver la manera de atraer mano de obra.

A la vista del mercado laboral actual, sin mano de obra extranjera será complicado garantizar la supervivencia de muchas empresas.

Dejémonos de demagogias y afrontemos que las personas foráneas tienen que adaptarse a nuestro mercado laboral y tenemos que atraer a personas de otros países. Eso, sí o sí, va a ser necesario para poder afrontar ese relevo de trabajadores que están a punto de jubilarse y que constituyen, posiblemente, las generaciones más formadas en construcción. Es falso decir que entrada de foráneos perjudica al empleo de los trabajadores españoles o gallegos, en este caso. La realidad es que no tenemos demandantes de empleo. Necesitamos recurrir a trabajadores que en estos momentos no tenemos en Galicia.

¿De qué cifras estamos hablando, cuál es el perfil que necesita hoy en día el sector, con qué urgencia, estamos hablando?

Hace un año necesitábamos personal de obra, encargados, albañiles… Ahora mismo hay déficit en cualquier puesto, incluso en personal técnico. La Fundación Laboral de la Construcción ha identificado la necesidad de entre 4.000 y 5.000 puestos. ¿El nivel de urgencia? Cada vez se jubilan más trabajadores y la reposición es cada vez más complicada. Todo trabajador que se forma para este sector, trabaja al minuto.

¿Qué expectativas tiene puestas la industria constructiva en Galicia para 2024?

Más que retos para el año que viene, los marcamos para los siguientes. Los retos son la sostenibilidad, la innovación, los compromisos medioambientales y de gobernanza que nos marca la agenda 2030. Tenemos un futuro apasionante porque la industrialización ya es un presente y viene a paliar ese déficit de trabajadores. Tenemos que afrontar todos esos retos y en una muy buena posición porque se están ejecutando unos fondos europeos que son claves para el país. Y la construcción está ejecutando el 70% de esa inversión.

“La crisis de 2008 nos ha hecho apretar los dientes y salir con más fuerza”

Ahora ya no se habla del sector del ladrillo, sino de la industria constructiva. ¿Hacia dónde se propone que vaya el sector en Galicia? ¿En qué modelos se fija?

Somos un sector con un catálogo de actividades amplísimo tal y como hemos comprobado en la creación del Clúster de la Construcción. Cada sector tiene su propia idiosincrasia y su naturaleza. Nuestro objetivo es profesionalizar y acercarnos al modelo industrial, que es el genera más valor añadido. Queremos que nuestras empresas sean pequeñas unidades productivas que generen un gran valor añadido a la sociedad. En forma, primero, de economía, con su aportación al PIB. Pero sobre todo creando trabajo y teniendo la oportunidad de crear las infraestructuras que generan el bienestar de todos los ciudadanos.

El pasado mes de julio echó a andar el Clúster de la Construcción, con más de 40 empresas y la sostenibilidad como pieza clave. ¿Qué objetivos se marca a corto plazo como presidente de la entidad?

Seguir manteniendo la unidad que tenemos en el sector. Eso es fundamental. La crisis de 2008, que no me gusta nombrar porque ya es pasado y quiero mirar al futuro, nos ha hecho apretar los dientes y salir con más fuerza. Pero sobre todo nos ha hecho ver que necesitábamos cambiar muchas cosas. Y lo hemos hecho. Así lo vemos y así lo ve la sociedad. Estas referencias al sector del ladrillo que, por ejemplo, quiero que caigan en desuso es una forma gráfica de que se vea que somos otra cosa.

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