Hacer una valoración general del anteproyecto de la nueva Lei do Solo de Galicia en el espacio reducido de este artículo es labor temeraria cuando no absurda e imposible. Lo que está claro es que la oportunidad que ofrece la revisión que se inicia con la actual fase de participación pública, en la que deberán participar todos los agentes implicados, que somos todos, usted también amable lector/a, permitirá introducir las mejoras pertinentes para la consecución de la herramienta necesaria para la tan complicada ordenación del territorio de Galicia. Tal vez lo que yo destacaría de esta nueva Lei do Solo sea la ausencia de un verdadero espíritu vertebrador, de una idea clara, diáfana de construcción de país. Tiene querencias de mero documento administrativo, sin la energía requerida para una ley tan importante para el futuro desarrollo de Galicia. Pero estos son terrenos, como decía, que le vienen grandes al pequeño espacio de este artículo.

Así que permítanme realizar un único apunte: tal vez se le están haciendo demasiado caso a ciertos aspectos de la Lei, que humildemente no considero fundamentales. Como son aquellos que inciden sobre las casas sin terminar, los materiales inadecuados, etc. Aquello que sin saber muy bien porqué se le ha denominado feísmo. Término culpabilizador que ha tenido demasiado éxito dada su imprecisión para llegar a la raíz de un fenómeno harto complejo de nuestra geografía. Entiéndase por geografía no solo a su paisaje sino, también a su paisanaje. La simplificación es uno de los males de la contemporaneidad. Es más, este texto lo es en parte. Así que yo de ustedes mucho caso no le haría.

Cuando yo escucho feísmo pienso en el feísmo de los edificios ilegales sin derribar, en la urbanización de no sé cuantas viviendas y otros tantos adosados, campo de golf incluido, que se construyó cerca de Miño, en edificios de seis alturas en pleno centro de nuestras villas y aldeas, en tanta carretera de sección desproporcionada y de peor trazado. Escucho feísmo y pienso en planes generales redactados al dictado de meros intereses particulares, en recalificaciones sin límite. Escucho feísmo y pienso en nuestro litoral con tanta batería de edificios de viviendas ubicados sin más ton ni son que el soniquete de los doblones de unos pocos. El feísmo, con todos los respetos, es la corrupción. Confío en que esta nueva Lei do Solo sea una herramienta que ataje, en la medida de sus posibilidades, esta gangrena que nos hace ser verdaderamente feos. Y deshonestos.