Periodista de profesión, máximo responsable de la Fundéu desde su inicio, en febrero del 2005, ocupó los puestos de director de los departamentos de Gráfica y de TV de la agencia Efe, así como la secretaría general de esta misma empresa, en la que comenzó su andadura profesional en 1982. En TVE fue jefe del Área de Nacional de los Servicios Informativos en los años 1996-97 y redactor jefe de los Informativos de Telecinco, desde 1993 hasta 1996. Vive a vueltas con las palabras y reflexiona a menudo sobre si el español es una lengua que camina a la deriva, víctima de las redes sociales y lo políticamente correcto.

-¿Camina el español a la deriva?

-Hoy es una afirmación que todos asumimos sin tener el dato y es que hablamos peor o, por lo menos, que la situación de la lengua española no es buena. No hay muchos datos sobre los que apoyarse y esa afirmación tiene un componente intuitivo. Los pocos datos que existen -y hay un análisis hecho por la Fundéu- dicen lo contrario. Hemos trabajado sobre 100 años de periodismo escrito en español y concluimos, estudiando la diversidad léxica, que en 1914 y 2014 los periodistas utilizaban el mismo número de palabras distintas en una crónica o un titular. En 1914 se usaban palabras como fanegas y ahora aparecen gigas.

-Es decir, que hay más cambio que empobrecimiento.

-El lenguaje evoluciona, nos gustara más o menos, pero no va a peor. Hay una evolución natural. Es indudable que, hoy más que nunca, el lenguaje está unido a los movimientos sociales y no puede permanecer ajeno. El lenguaje se adecua a ellos. El lenguaje también responde a presiones sociales, a un lenguaje que es políticamente correcto para no ofender a determinadas minorías o colectivos y esos colectivos influyen en el lenguaje. La revolución feminista o que haya un gobierno de mayoría femenino lleva a un debate que trasciende lo anecdótico. Hay que aplicar el sentido común, pero no se puede obviar que la presión lógica de la lucha de las mujeres está influyendo.

-Hablamos y escribimos hoy de forma diferente.

-Hablamos distinto. Lo vulgar se incorpora al lenguaje culto, aparece un nuevo leguaje. Hoy resucita Ortega y Gasset, se pone a hablar contigo y le parecerá que empleas un lenguaje coloquial y vulgar cuando en realidad hoy es culto. Hay que saber que se puede ayudar desde las instituciones a que hablemos bien, a que el lenguaje sea más limpio y nuestra lengua más bella. Desde las instituciones no podemos mandar mensajes apocalípticos que sean en exceso alarmistas. Es mejor que lancemos un mensaje amable para que la sociedad acepte nuestras propuestas.

-¿Las redes sociales son una amenaza para el uso correcto del lenguaje?

-Las redes sociales son una representación de la sociedad. En las redes estamos todos. Hace 50 años solo hablaban y escribían aquellos que tenían un altavoz. Hoy altavoces tenemos todos. Eso te permite ver que hay mucha gente que escribe bien, porque nunca se ha escrito y leído más que ahora; decir lo contrario sería mentir. Otra cuestión es lo que la gente lee y escribe. Cualquiera que tiene un altavoz expone sus pensamientos. A quien publica a diario en las redes le preocupa el ridículo que supone que alguien le llame la atención ante una falta.

-Quizás los que más seguidores tienen no son precisamente quienes más cuidan su forma de expresarse.

-Hay gente fantástica y otros chabacanos que asumen papeles de periodista totalmente indocumentados. Pero ¿qué hacemos? ¿Que solo hablen los que están bien formados? ¿Reservar solo para la élite el derecho a hablar?

-Siempre se ha dicho que escribir mal es porque se lee poco.

-Los índices del barómetro de lectura dicen que leemos más, pero a lo mejor los jóvenes no leen lo que queremos que lean. Pero lo importante es empezar a leer. Quiero pensar que no todos leen los blogs de unos prescriptores vulgares y sin conocimiento. La lectura lleva a la lectura.

-El abuso de anglicismos tampoco ayudará.

-Podemos hablar perfectamente sin ellos. Los anglicismos se incorporan como voces nuevas sin problemas si están bien planteados. Ahí tenemos fútbol, que ganó a balompié. Hoy nadie cuestiona que fútbol no sea española. El problema es que los anglicismos entran a una velocidad insospechada y hay un problema serio de adaptación y traducción al español. Hay términos en inglés que pierden los matices. Por ejemplo, bullying. Significa matón, matonismo y acoso. En inglés se dulcifica y ese es el problema, que no refleja la realidad.

-Esa presencia de anglicismos a veces roza el esnobismo.

-Hay dos razones para usar anglicismos: por necesidad imperiosa, porque la nueva tecnología o medios de relacionarse genera que el término que se impone sea en ingles y hay que adaptarlos; y otra razón es que esos términos son producto del esnobismo o complejo de inferioridad. Hay situaciones que rozan el ridículo.