“No estoy sola, Dios está conmigo”

Cruz Roja realiza 760 llamadas semanales a usuarios de teleasistencia para paliar la soledad no deseada y controlar su alimentación y estado de ánimo

Teresa López Canabal
en su domicilio.   | //
 G. SANTOS

Teresa López Canabal en su domicilio. | // G. SANTOS / Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

“Hoy todo y luego nada”. Teresa López Canabal sonríe sorprendida y con un punto de reproche a las cuatro personas que ocupan su salón en una céntrica calle de Pontevedra, en el que vive sin compañía a sus 96 años, aunque ella ya expone desde el principio que siempre siente compañía. “No estoy sola, Dios está conmigo”, arranca la conversación para remontarse a sus 17 años, edad en la que se hizo monja, y abrir el libro de su historia vital, plagada de hitos, como haberse sacado el carné de conducir poco después en Soria —“El coche arrancaba con la manivela”, recuerda—, haber dado clases en Asturias y haber sido conductora del colegio e incluso haber regentado luego un estanco en la ciudad del Lérez. “Hubo una época que había mucha droga”, echa la vista a los años 80.

“No estoy sola, Dios está conmigo”

“No estoy sola, Dios está conmigo” / Daniel Domínguez

Teresa es una de las 123.258 personas de más de 65 años que vive sola en Galicia, según los datos de 2022 del Instituto Galego de Estatística. Su sobrino César reside cerca y la visita de vez en cuando, además cuenta con una mujer que la ayuda en las tareas de casa. Pero sus días se parecen demasiado entre ellos y su principal compañía es la televisión, pues se levanta y se acuesta sola. “Pongo a las cotorras de la tele y parece que llenan la casa. Antes me gustaba leer, pero ya no puedo, me canso”, cuenta.

El paso del tiempo y los cambios en su vecindario han provocado que haya ido perdiendo su círculo social y que apenas mantenga relación con Lina, su vecina de abajo. Por ello, dos circunstancias añaden brillo a sus días. Por un lado, la visita de una voluntaria de Cruz Roja. Por otro, las llamadas regulares que recibe de esta organización, que gestiona la teleasistencia de la que es usuaria desde 2021, año en que una caída evidenció la necesidad de que contase con un botón de emergencia para alertar en caso de quedar impedida en el suelo, marearse o no poder levantarse por la noche, por ejemplo.

Visita de una voluntaria

“María José es muy buena, viene una o dos veces al mes y hablamos las dos, pues, de mi vida, de las cosas cotidianas”, recuerda sobre las visitas de esta voluntaria.

A ello se añade un servicio complementario de la teleasistencia, que va más allá de recibir la alerta por una emergencia cuando uno de los 10.000 usuarios pulsa el medallón que llevan al cuello, como el de Teresa. El año pasado, se realizaron 157.000 llamadas de teléfono a estos mayores, de las que unas 39.500 —760 semanales— contaron con un componente social para felicitar cumpleaños, avisar de olas de calor y la llegada de la gripe o charlar con personas en soledad no deseada, con una media de 7 a 10 minutos de conversación. El resto fueron llamadas rutinarias, como comprobar la toma de medicación o el aviso de citas médicas.

“Estas llamadas son personalizadas, por lo que la frecuencia y motivo son diferentes”, expone Luis Pousada, director del Centro de Operaciones de Cruz Roja en Galicia, que gestiona el servicio de teleasistencia de la Consellería de Política Social. Reconoce que perciben casos de soledad no deseada, sobre todo por lejanía de familia o círculo social. “Tenemos usuarios con una red familiar o vecinal, pero tienen el servicio porque pasan la mayor parte del tiempo solos en su domicilio y tienen riesgo de caídas. Pero también tenemos personas que o bien no cuentan con esa red o está alejada de su vivienda. De todas formas, cuente o no con familia cerca, no implica que la persona no tenga una percepción de soledad”, añade.

Y ahí entran no solo las llamadas por parte de Cruz Roja, sino de los propios usuarios a la central para charlar con operadores con los que establecen ya una relación de cercanía y permitir detectar casos de soledad que derivan en una alerta a los servicios sociales municipales para que establezcan medidas como ingreso en un centro o asistencia en el hogar. “Cuanta más frecuencia y más prolongadas, más confianza adquieres tanto por parte del personal como por los usuarios. Hablamos con gente a diario en llamadas de charla y al final hay que entablar algo más que una conversación de ascensor”, explica.

Los datos muestran que los hogares unipersonales ganan terreno, pasando del 18% en 2007 al 22,3% actual. En el caso de los mayores de 65, el porcentaje es del 11,4%, con grandes diferencias entre provincias: del 9,7% de Pontevedra al 14% de Ourense, pasando por el 12,4% de Lugo y el 11,8% de A Coruña.

“No sabía decir si hay más casos ahora que cuando empecé, hace 18 años, pero sí que los pueblos están cada vez más vacíos. La sociedad, en general, ha cambiado, los modos de vida, lo que puede provocar un aumento de la percepción de soledad en las personas mayores. Muchos lo manifiestan de manera muy literal derivado del problema que hay de vivienda. Te dicen que hay mucha gente nueva en el edificio y no conocen a nadie”, comenta Pousada.

Esa misma situación vive Teresa, que a pesar de todo no pierde el humor y baja el tono para confesar el éxito de su longevidad. “Le echo un sustiño [de coñac] al café todos los días”, sonríe antes de recordar su fe como motor de vida. “Le entregué a Dios mi juventud, pero me lo devuelve estando como estoy. Nunca estoy sola, Dios siempre está conmigo”.

¿Qué consecuencias tiene la soledad no deseada en la población mayor?

Los estudios muestran que la soledad que no es elegida, tiene efectos perjudiciales sobre la salud mental, con más depresión, más sentimiento de vulnerabilidad y más procesos ansiosos, pero también se relaciona con problemas de salud física, incluso con mayor mortalidad. Las personas sin una red social y de seres queridos se mueren antes. Es algo que ha alertado a las autoridades y ha generado programas a nivel europeo.

¿Por qué se produce?

Es algo multifactorial. Una persona, por ejemplo, cuando deja de salir de casa porque no tiene con quién, se va descuidando en sus rutinas, camina menos, se alimenta peor... Cognitivamente también acusa dejar de tener trato con la gente, hablar menos, tener menos estímulos... Es como una bola de nieve y va perdiendo calidad de vida. Imagine un matrimonio en el que la mujer ha cuidado del marido que ha estado enfermo. Cuando este fallece, ella empieza a descuidarse. Sus amigas ya no están, porque también han fallecido, por ejemplo, y comienza a descuidarse. Por eso la soledad no deseada supone tanto riesgo social y sanitario.

¿Cómo se puede paliar?

La receta debería aplicarse a nivel social, con entornos más amables para la socialización, especialmente para los mayores, con buenas comunicaciones, centros socioculturales, que las plazas tengan actividades para ellos y bancos. A veces leo críticas de por qué hay bancos mirando hacia la calle y no hacia los coches. Pues es para que puedan saludar a la gente.

¿Empiezan a ver en las consultas personas mayores con problemas de salud mental vinculados a la soledad?

Un poco más. Es una generación no acostumbrada a ir al psicólogo, en muchos casos vienen porque algún familiar los trae. Espero se rompa este tabú porque la última fase de la vida tiene sus complejidades a nivel psicológico, como aceptar que es la última etapa y cómo afrontarla, cuál es el legado y tiene la parte de elaborar la historia de nuestra vida, que es necesario realizar.

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