El minifundio ‘protegerá’ a Galicia del cambio climático

Investigadores aseguran que las pequeñas parcelas son más adaptables a la alternancia que obligará el calentamiento

e. ocampo

“El minifundismo, la existencia de miles de pequeñas parcelas dedicadas a cultivos distintos” confiere a Galicia una ventaja competitiva frente a otros territorios de España para afrontar el cambio climático. “Nos protegerá frente a él y nos ayudará a soportarlo mejor que en otras partes de la península”, asegura la investigadora de Cambio Climático Global e o seu Impacto nos Ecosistemas Terrestres de la UVigo, Adela Sánchez Moreiras. Esos pequeños terrenos, según la experta “son mucho más capaces de luchar contra el cambio climático o de sufrir el impacto y recuperarse que las grandes extensiones de monocultivos que se sitúan en latitudes más al sur”. Así lo explica la investigadora, con la vista puesta en la promoción de la biodiversidad y —también— en las raíces de las plantas.

La Unión Europea señala el “agroecológico” como uno de los “sistemas de transición” que se plantean para afrontar la subida de las temperaturas y los fenómenos extremos derivados del cambio climático en nuestros cultivos. Es uno de los flancos más importantes a proteger. El semillero de la despensa del mundo germina en la tierra y ahí se dirigen, cada vez más, las mentes científicas. ¿Qué se busca? Un suelo “autónomo” y “equilibrado” e independiente. Pues bien, ahí Galicia tiene una baza que podría servir de ejemplo en el mundo: “Doy gracias porque la diversidad de cultivos que promueve la agroecología para afrontar el cambio climático es inmensamente más fácil de poner en marcha en Galicia, porque el minifundismo ya está hecho”, defiende la experta.

Saber exactamente cómo van a responder los cultivos ante el cambio climático es una de las incógnitas en las que actualmente miles de investigadores —decenas de ellos, gallegos— se emplean a fondo. “Se está promoviendo hacer screening de variedades para ver cuáles son más adaptables o resilientes al cambio climático”, explica Adela María Sánchez. Lo que parece claro es que “vamos a tener que aceptar entre todos el cambio de cultivos, para plantar otros más adaptados a las condiciones que vayan llegando y modificar el sistema agrícola”, añade. “El maíz, el sorgo y algunos cultivos conocidos como C4 van a tener ventaja ante el cambio climático porque se sabe que tienen capacidad de crecimiento en situaciones de sequía o altas temperaturas”, explica Adela Sánchez. Añade que los cultivos denominados C3 serán los más perjudicados. El trigo sarraceno o el boniato vendrán a sustituir a estos (otros) cultivos.

En la misma tesis coincide, exactamente, otro de los expertos en estrés hídrico —falta de agua— y cultivos como el maíz. El investigador de la Misión Biológica de Pontevedra (CSIC), Pedro Revilla, explica —desde Australia, a causa de un viaje— que “un fenómeno que en Andalucía puede ser catastrófico, en los cultivos en Galicia no se vería tan afectado”. Habla, por ejemplo de cebada y centeno. “La incidencia de la sequía para el forraje”, matiza no obstante, “podría ser un problema”.

Aunque los científicos proyectan siempre con tres escenarios posibles sobre la mesa, si convertimos las primeras semanas de octubre de 2023 en un banco de pruebas, estas serán recordadas por las altas temperaturas anómalas de principios de otoño —tal como viene sucediendo en los últimos años y como reconocen las agencias de meteorología MeteoGalicia y Aemet—. No obstante, la consellería de Medio Rural señala que el volumen de cosechas en cultivos “como el maíz, la vid para la vinificación o la patata son normales o superiores a otros años”.

El agua es oro

La garantía de agua en los pozos hace que en Galicia se esté cultivando prácticamente cualquier cultivo en la actualidad. “Mientras en otras comunidades que eran líderes en producción se están arrancando cepas por estrés hídrico y porque secan las plantas o no tienen el mismo rendimiento productivo, en Galicia se registró la tercer mejor producción histórica de uva”, destacó en una conversación reciente el director xeral de Gandería, Agricultura e Industrias Agroalimentarias de la Consellería de Medio Rural, José Balseiros. Aseguró también que la situación en otras comunidades es bien distinta: pozos recién perforados que secan en pocas semanas... Además de la honda tradición de cultivos, del clima propicio y de las posibilidades a futuro, la cuestión clave está en el agua. La profundidad y, sobre todo, la existencia aún de manantiales en el subsuelo gallego provee de una especie de fondo de divisa a futuro para el campo.

Pedro Revilla: “Al rozar los 40º, dejan de hacer la fotosíntesis”

El científico gallego Pedro Revilla apunta también a los resultados de un estudio realizado en terrenos de A Pobra de Brollón, en Lugo. “Los cultivos pueden resistir hasta unos 40º, cuando se aproximan a esa temperatura, se ha demostrado que pueden dejar de hacer la fotosíntesis”, asegura. Es decir, las plantas mueren. “Nuestro análisis reflejó que las temperaturas máximas cada vez tienena ser más altas y las mínimas más bajas, pero también la distribución de las lluvias es más irregular”, añade.

Grandes bodegas españolas ya pusieron el ojo en viñedos de las Rías Baixas y del Ribeiro

Hay grandes bodegas españolas que ya pusieron el ojo en los viñedos gallegos. En el último lustro, grandes grupos vitivinícolas desembarcaron en tierras gallegas. Los vinos producidos en Galicia han llamado su atención y han motivado que en los últimos años grandes grupos hayan materializado la compra de viñedos y la adquisición o construcción de nuevas bodegas. Pero, ¿por qué han apostado por Galicia? ¿Qué les ha llevado a asentarse aquí? Esa fue una de las preguntas que se abordaron ya en una de las mesas celebradas en el marco del I Foro de la Uva y la Viña. En el evento, en el que también participaron tres grandes bodegas españolas ya asentadas en Galicia como son Tempos Vega Sicilia, el Grupo CVNE y Bodegas Matarromera, destacaron la honda tradición de la viticultura en Galicia como gran atractivo para iniciar en tierras gallegas nuevos proyectos. No les pasa desapercibido, tampoco, las condiciones a futuro para sortear el cambio climático que se registran en la geografía gallega, donde la “invernía” pasó a ser un beneficio. Caso singular es de la finca de Meín, que figura en los libros de historia de Galicia como uno de los primeros asentamientos de población, nacido a la sombra del Monasterio de San Clodio, ligado al origen de la viticultura en la comarca de O Ribeiro en los siglos XI y XII. Hace solo tres años, una firma de Ribera del Duero con largo recorrido como Pago de Carraovejas llegó a la aldea de Leiro, en el corazón de la denominación gallega, para comprar dos auténticos símbolos: Viña Meín y el ya legendario Emilio Rojo.

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