Karlos Arguiñano, a sus 74 años, sigue lejos de abandonar la televisión, como algunos anticipaban hace tiempo. Sin embargo, sí que ha empezado a delegar alguno de sus otros negocios. Algunos de ellos, bastante desconocidos para el público. En estos momentos, es noticia que su hija Amaia ha cogido las riendas de Bodega K5, el viñedo que su padre posee en Aia, muy cerca de San Sebastián.

De las motos a una bodega 'todoterreno'

Amaia es una mujer todoterreno que lo ha probado todo antes de apostar por el negocio familiar: antes de ponerse al frente de Bodega K5, Amaia trabajó en el sector del motociclismo, pero tal y cómo ha explicado para la revista ¡Hola!, era momento de cambiar: "Yo sabía que no quería pasar toda mi vida en las carreras y viajando tanto porque quería una vida más tranquila".

Y cuando me ofrecieron la opción de trabajar en la bodega, me atrajo mucho la idea. "Me encanta la gastronomía y la naturaleza. De hecho, en los últimos años de mi carrera en las motos, empecé a formarme en el mundo del vino estudiando Dirección de Empresas Vitivinícolas y Viticultura en la Universidad de La Rioja para saber lo básico".

Ahora, se enfrenta al arduo reto de llevar la Bodega K5 de su padre a otro nivel: por el momento, ya ha lanzado al mercado un ambicioso proyecto, un vino de edición limitada, el txacolí Kaiaren 2016. El primer paso lo tiene dado, porque Amaia asegura que trabajar con Karlos Arguiñano es genial: "se siente muy orgulloso y agradecido de la gente que le rodea. Él se dedica más a su programa. A veces le pedimos opinión en algo, y si no le parece adecuado, lo comenta pero no ejerce de jefe".