La cantinela de que la música del pasado, sobre todo la que se publicó cuando tú tenías entre 14 y 20 años, es la mejor de la historia me sigue pareciendo prodigiosa. Qué casualidad, y qué suerte, que tu despertar en el arte sonoro se produjera justo en ese pico irrepetible de la historia de la humanidad. Es una afirmación difícil de rebatir, ya que los hechos fehacientes se mezclan con los sentimientos, la idealización de la juventud y el orgullo generacional.

Ahora, un estudio publicado por Scientific Reports, a partir del análisis de 353.320 canciones lanzadas entre 1970 y 2020, concluye que hoy se escriben letras más simples, con menos vocabulario, conceptos más sencillos y una mayor repetición. Es un balance compatible con otros que dibujan una música actual más pobre, con canciones más cortas y estribillos que deben estallar cuanto antes mejor, intervenidas por el comisariado TikTok.

Es cierto que se han ido estableciendo fórmulas de éxito, y la naturaleza humana invita a explotarlas para buscar el impacto. Pero esos estudios pasan por alto que hoy se publica una cantidad de música disparatadamente superior a la de 1970, 1980 o 1990 (las ya famosas 120.000 canciones diarias), y es lógico pensar que, cuanto más vasto es el universo de material considerado, más desciende la media del refinamiento.

¿TikTok marca la pauta? Solo en ciertas parcelas, pero oigan, la música, desde el siglo XX, no ha hecho más que adaptarse al formato fonográfico del momento, y la duración disponible en singles, epés, elepés y compactos ha condicionado la evolución del lenguaje pop. El talento consiste en revertir eso a tu favor y adaptar tus dones a los recipientes que corresponda.

Hay que vigilar con las comparaciones con sesgo grotesco: claro que Leonard Cohen tenía más sustancia que muchos hits actuales, pero el nuevo disco de Julia Holter es un poco más profundo, diría, que Ob-la-di, ob-la-da. Y la simplicidad, por sí sola, no dice gran cosa, porque hay grandes canciones de tres, dos e incluso un solo acorde (como Run through the jungle, de Creedence Clearwater Revival). Sí, hoy hay mucha música valiosa que está bajo radar y que hay que ir a buscar (y muchos de los que más aspavientos practican no se molestan en hacerlo).

Pero sospecho que ante ese debate tengo las de perder: si critico el pop actual alguien dirá que me he convertido en un carcamal, y si lo elogio, otro me acusará de tratar de subirme a no sé qué carro y hacerme el jovencito. Y no me decido a adivinar qué supuesto es el peor.