Les anticipaba en uno de los últimos artículos que el pasado día 5 de diciembre se celebraba internacionalmente el Día Internacional del Voluntariado. Una jornada en la que se trata de reconocer el trabajo altruista y desinteresado de millones de personas en el mundo, al servicio de los demás. Muchas de ellas, incluso, sin ser conscientes de ello. Hay quien dedica su vida a ello, e incluso quien convierte toda su vida en un voluntariado permanente y perpetuo, sin apenas pararse a reflexionar sobre ello. Hombres, pero sobre todo mujeres, que hacen un poco más feliz la vida al de al lado, de forma anónima y sencilla.

En nuestra ciudad somos ricos en este aspecto. Podemos contar por docenas las instituciones y entidades de todo tipo donde florece y se consolida la acción voluntaria. Son abundantes los testimonios de amigos y amigas que regalan cada día su tiempo, su amistad y su implicación en tareas de lo más variopinto. Y esto, yo lo tengo claro, nos enriquece como sociedad y nos da impulso para ser mejores. El voluntariado es un claro ejercicio de ciudadanía, de participación ciudadana y de construcción de una democracia de mayor calado y más profundas raíces. El voluntariado nos hace parte profunda y afianzada de la sociedad.

Hice diferentes voluntariados tiempo atrás. Ahora no tengo demasiado tiempo libre, o ninguno, pero no crean que me doy por vencido. El tiempo llegará. Pero muchos de los mejores momentos de mi existencia los identifico claramente con situaciones en que, con diferentes compañeros y compañeras, encaré distintas tareas como voluntario. El reconocimiento a todo ello llegó para mí, en los albores de la objeción de conciencia al servicio militar, cuando más de treinta folios explicitando las razones filosóficas, espirituales y ciudadanas para derivar mi interés hacia una opción más social fueron tenidos en cuenta, y todos esos años de voluntariado fueron convalidados -de los primeros casos en España- por la prestación social sustitutoria. Desde ese día le tengo cierto respeto a llamarle voluntariado a mi opción de todos aquellos años, ya que finalmente obtuve algo a cambio. Y vaya si lo obtuve. Tiempo, que es el bien más preciado. El verdadero tesoro de la existencia...

En la clausura del Congreso Nacional del Voluntariado, celebrado con éxito en la ciudad en los últimos días, alguien hablaba de que el trabajo voluntario no tiene nada que ver con el trabajo en precario, o la generación de mano de obra barata. Y, en mi opinión, esto es cierto y claro. En cualquier organización social de voluntariado están perfectamente definidos los perfiles que forman parte de una estructura profesional, y también cuáles son las posibilidades en materia de trabajo altruista. Una cosa no pisa a la otra, y ambos son necesarios.

El profesional asegura el funcionamiento básico de la organización, y le da la potencia de gestionar el día a día. El voluntariado, normalmente orientado a programas específicos, o a tareas de prescripción social y relación, imbrica a la organización social en el territorio, la conecta con la sociedad, y dimensiona a su organización como parte de ella. El voluntariado abre caminos, y da un plus de legitimidad social a la organización, en tanto que esta ve incrementada su representatividad y capacidad de aglutinamiento de la población de su entorno relacional.

Ser voluntario o voluntaria es toda una declaración de principios. Es un paso adelante a la hora de querer ser parte activa de una sociedad en marcha. Ser voluntaria o voluntario es estar en la vanguardia. Y contribuir a una visión absolutamente necesaria para que las organizaciones puedan avanzar en el necesario aggiornamento para poder seguir siendo útiles a la sociedad.

Lo más bonito que alguien pueda poner algún día en mi epitafio, si es que alguna persona se para algún día a ello y el devenir de la vida me permite seguir abundando en este campo, sería algo así como "fue voluntario". Voluntario viene de voluntad, cuya raíz latina es la del verbo querer. El voluntario quiere. Si el trío mágico de ingredientes para que cualquier artefacto humano funcione es querer, poder y saber, la persona voluntaria ya tiene el primero asegurado. Y, por cierto, el más importante.

Déjenme que dedique estas palabras -ellas y ellos saben quiénes son- a todos los voluntarios y voluntarias de nuestro entorno que, cada día, hacen la vida mucho más fácil, feliz y llevadera a otros tantos de nuestros conciudadanos y conciudadanas. Sinceramente, ¡gracias!

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