Sigo en la línea de lo escrito a los cien días de gobierno. No ha cumplido seis meses y el panorama empeora. Los apostantes nacionales y extranjeros dan por hecho el rescate de España. La catástrofe. Se escribe de todo, que saldremos del euro y que, si hay rescate, Rajoy debería dimitir, nada menos. Pero Rajoy mantiene la calma, maneja los tiempos como dicen ahora, y hace cosas razonables. Primero atendió a Merkel y a la troika e hizo duras reformas, elogiadas también por Obama. Ahora datos nuevos exigen cambios porque parece que sí, que los ricos también lloran y tienen miedo por lo que pueda afectarles la crisis española. Moody's rebaja la calificación de algunos bancos alemanes y austríacos; Francia, Obama y el G7 piden medidas pro crecimiento sumadas a las de austeridad; se avistan cambios en la política bancaria de la UE al descubrirse, por fin y con ayuda exterior, todas las trampas y mentiras de nuestros financieros. Rajoy cambia, deja de ir al paso de Merkel y le aclara que los bancos, no España que tiene una economía potente, necesitan rescate; acepta la inspección de dos agencias independientes y espera sus noticias para saber las cantidades concretas que ha de pedir, parecidas a las que calcula el FMI. Ni los bancos españoles ni el Estado disponen del dinero para las ayudas. Parece que la UE no puede darlas directamente a los bancos y lo hará a través del FROB imponiendo condiciones a los bancos que habrá de vigilar el Estado. Ni a la portuguesa ni a la griega, rescate focalizado en la banca. Por otra parte, Alemania se suma a la necesidad de crear a medio plazo un sistema europeo de supervisión bancaria inspirado, entre otros, en el principio enunciado por Barnier, comisario de comercio interior de la UE, de que los bancos y sus accionistas, no los contribuyentes como ahora, paguen las averías propias. Se empieza a ver, a lo lejos, la solución del embrollo. Bienvenidos los cambios de la UE y los de Rajoy aunque alguien le acuse, a la tremenda, de haber hecho un discurso electoral fraudulento.

La facundia de los ministros, sus contradicciones y renuncios, los de Rajoy, los de los expertos y los de la escandalosa tropa de tertulianos pertenece a nuestro ser y tan pronto como se calmen las cosas nadie recordará el alboroto, las rectificaciones, los palos de ciego. Aunque tardemos años en recuperarnos, todo este barullo quedará amortizado y los electores reconocerán el mérito del presidente y del gobierno que los llevó a puerto seguro superando la tormenta perfecta. El PSOE desconcertado y anclado, lastrado por los ERE y escorado hacia la radicalidad en la manifestación de cada día, presentando recursos de inconstitucionalidad y confundiendo lo accesorio, los cambios y rectificaciones de Rajoy y los patinazos verbales del PP, con lo principal, los pasos adelante que el gobierno lleva dando desde que tomó posesión. Los socialistas están cediendo el espacio de la moderación y de la razonabilidad mientras se ocupa de sus líos internos carentes por completo de interés para el elector. Así tiene poco que hacer.