Buenos días! Aquí estamos de nuevo, sin que nos haya caído en la cabeza la Progress, y dispuestos a seguir liderando el resto de nuestra vida, en un nuevo día único e irrepetible, una nueva entrega del periódico y una inédita oportunidad, también, para crecer en lo colectivo. Todo ello después de haber podido hacer el jueves una foto con el Nobel de la Paz Kailash Satyarthi, diecisiete años después de aquella cita en la OIT, en 1998, de la que les di cumplida cuenta en días anteriores, o de haber participado, ayer mismo, en la inauguración de una nueva exposición del gran escultor y amigo Pancho Castelo, verdadero reintérprete de la naturaleza en diferentes materiales, en los que plasma toda su energía y creatividad.

Hoy, más sosegados y puestos a aprovechar este espacio de encuentro, hecha la oportuna introducción, les propongo reflexionar sobre conceptos tan próximos y, a la vez, tan dispares, como la caridad, la solidaridad y las políticas sociales. Las tres positivas, sin duda, pero con diferentes capacidades para cambiar el mundo y para modificar definitivamente las condiciones de vida de las personas. Las tres apuntan de forma beneficiosa a la situación de tales terceros y a la posibilidad de mejorar su modo de vida y los parámetros socioeconómicos en las que esta se desarrolla. Pero tienen diferentes objetivos y, a partir de ahí, estrategias. ¿Lo discutimos? Pasen y vean.

La caridad implica un diferente estatus por parte de sus actores. El que da, por un lado, se erige en sujeto de la acción. Y el que recibe su dádiva, mero objeto. Esto no la descalifica, ni mucho menos, pero restringe las consecuencias de dicho acto. La caridad no aspira a cambiar el mundo, sino a ser consecuente con unos principios -filantrópicos, religiosos o, en general, espirituales-, sin más. Realizado el acto -la donación o el servicio-, todo está cumplido. Y no hay más. La caridad es necesaria, pero sus objetivos son a corto plazo y no aspira a cambiar el mundo.

Si el sujeto de la acción se mueve por solidaridad, se sitúa en un plano de igual a igual con el objeto de la misma. La palabra "solidario" se utiliza en Física para explicar los elementos que, en un contexto de movimiento, no experimentan desplazamientos relativos. Van juntos. Son parte de lo mismo. El solidario actúa no porque quiera realizar una acción con alguien a quien ve en diferente plano, sino que se siente en la misma órbita que aquel. "Hoy por ti y mañana, quizá, por mí", expresa bien el pensamiento de quien tilda a su acción de solidaria. La solidaridad es necesaria, y crea una necesaria cultura de lo común, pero viene impelida por la acción individual, y no por una estrategia de conjunto.

Las políticas sociales son el escalón más elevado del trabajo a favor de las personas. Son esbozadas, definidas y ejecutadas desde lo común, desde lo público, en tanto que prioridad para el conjunto de la ciudadanía, y a ellas también se aporta desde diferentes foros y actores complementarios en tal ámbito temático. Las políticas sociales parten de una visión determinada, que genera una serie de estrategias con sus correspondientes objetivos y recursos. Y, más que la acción puntual de la caridad o sinergética de la solidaridad, tienen como objetivo conseguir impactos concretos en públicos diana predefinidos, intentando lograr un escenario socioeconómico diferente de forma sostenible.

La caridad es cosa de los individuos. Estos, a su vez, pueden ejercer la solidaridad, agrupados en organizaciones, redes o plataformas ligadas a objetivos concretos. Las políticas sociales son fruto de una concepción de la colectividad, del Estado y sus distintas formas de Administración, o de escalas multilaterales y panregionales. Las políticas sociales cambiarán el mundo, porque tienen esa vocación y capacidad. La solidaridad crea, sobre todo, la cultura de cambio necesaria para la maduración y eclosión de dichas políticas. Y la caridad es el germen individual en el que se imbrica la solidaridad.

Soy persona de políticas sociales. Vivimos en un tiempo en el que desde todas las instancias estas se reivindican, pero a veces con enfoques, diagnósticos y acciones que no pasan de la caridad, o que incluso obstruyen deliberadamente otros planteamientos. Creer en las políticas sociales implica querer cambiar el mundo. Y eso no es un planteamiento compartido siempre. Kailash Satyarthi llamaba la atención anteayer, en su conferencia en la ciudad, sobre las tendencias actuales que concentran mucho más la riqueza y, en un ejercicio de suma cero, condenan a grandes grupos humanos a más y más pobreza. El objetivo de las políticas sociales también es un mejor y mayor nivel de redistribución de lo que juntos seamos capaces de generar. Creer en lo social, tan cacareado en tiempos de campaña electoral, no es, simplemente, subvencionar y compadecerse. Eso no está mal, pero es sólo caridad.