Se les saluda. Toneladas de dislates, hechos sorprendentes y movimientos claros en clave electoral, ante las próximas elecciones autonómicas y municipales sacuden y siguen resquebrajando estos días la vida pública española. Mientras, la construcción de un relato netamente diferente e incompatible, de intersección magra, por parte de cada uno de los grupos humanos -ampliamente, más allá de los partidos- en liza, hace casi imposible vislumbrar un escenario mejor en clave de mejora de la capacidad de resolución de los problemas reales del país. Preocupante todo ello... Y ya lo tocaremos. Pero soy de los que creen que, con las cosas que realmente importan, hay que afinar bien. Y por eso quiero volver hoy a un tema que me ha ocupado ya dos columnas, la inmediatamente anterior a esta y otra unos días antes, que quiero matizar bien en clave de valores. Se trata, una vez más, de la venta a Arabia Saudí de las cuatrocientas bombas láser de precisión cuyo contrato se planteo cancelar España en virtud de las recomendaciones de Naciones Unidas sobre la preocupante situación en Yemen, y la posterior desautorización y marcha atrás planteada a su Ministra de Defensa por el Gobierno y su Presidente, una vez que el país comprador amenazó con cancelar entonces el contrato para construir cinco corbetas.

De todo eso ya hemos hablado, como saben. Hoy, en esta tercera reflexión al respecto, quiero hablarles de las reacciones que me he encontrado en comentarios, análisis de opinión, redes sociales y foros diversos, a cada uno de los movimientos a favor y en contra de la venta por parte del Gobierno, así como a los textos -como los míos- que posicionaban claramente a su autor. ¿Por qué? Porque, ciertamente, me parecen un buen reflejo de cuál es el pensamiento medio imperante, que a su vez tiene que ver con fenómenos como el de la creación de opinión, el impacto de todo tipo de campañas y trabajos de sensibilización y con el propio poso, a su vez, generado por el mundo de la educación, formal o no.

Resumiéndolo mucho, varias tipologías de mensaje, cribando ya los que se limitan a agredir, a lanzar improperios y a tratar de decir algo, pero haciéndolo de forma inconexa y reproduciendo "mantras" de terceros. Para empezar, los más son los que ponen verde a la Ministra y, con ello, a todo lo que signifique para ellos una posible amenaza para el nivel de empleo de este país, importando poco cuál sea el resultado de nuestras acciones. Hay un segundo nivel, en el que se analizan de forma más sosegada los pros y los contras de cada una de las posturas, y se llega a algún tipo de solución de compromiso, haciendo preguntas abiertas que, se supone, deberían ser contestadas, sin limitarse a amenazar ante el bloqueo anunciado inicialmente a la operación. Y, finalmente, un tercer bloque muy minoritario de reacciones fija su argumentación en el impacto real de poner tales armas en manos de países que, lo sabemos fehacientemente, no respetan los derechos humanos ni nada que se le parezca mínimamente.

Dejando de lado la conexión nada evidente entre el contrato de las cinco corbetas y la viabilidad real de ciertos ámbitos industriales en España, que mencioné tangencialmente en alguno de los artículos, y de lo que hablaremos en otro momento, a pesar de que levanta ampollas, dos reflexiones. La primera, el nivel de insulto y descalificación que existe en este país, basado en la relativa impunidad del mundo virtual de las redes, es gigantesco. Te llaman de todo, casi siempre entendiendo mal lo que has querido decir. Ciertamente, ¿estamos tan mal en cuanto a la competencia de "comprensión lectora" por estas latitudes? O, peor aún, quizá es que se trata de tirar cañonazos contra todo lo que pretenda moverse, analizar y diseccionar para el análisis, simplemente como forma preventiva de anular toda capacidad de pensamiento crítico.

Y, la segunda, compartir con ustedes que los valores que se vierten en los diferentes comentarios, análisis o reacciones abarcan un espectro tan amplio que llegan a ser exactamente contrarios entre sí. Les preguntaba yo en mis columnas al respecto si, ante el negocio, vale todo. Pues bien, hay quien evidencia que sí, tachando además de "poco patriota o poco español" (sic) a quien se aventure simplemente a inquerir sobre tal cosa. Yo soy de los que piensan que a la vida venimos sin nada, disponemos de sólo unas pocas décadas para crecer, desarrollarnos y aportar algo a los demás. Y,... ¿sólo el empleo -hablábamos sobre ello en las columnas precedentes- lo justifica todo, todo, todo? Muchos de ustedes, opinando en diferentes foros, así lo expresan. Yo creo que no, independientemente de las consecuencias de tal coherencia, que algunos hemos sufrido de largo.

De todos modos, en el caso que nos atañe es Naciones Unidas quien advierte de la muy compleja situación creada en Yemen por el papel de la coalición internacional liderada por Arabia Saudita. Ya a finales del año pasado el Coordinador de Asuntos Humanitarios de NNUU, Mark Lowcock, advertía que si no se levantaba el bloqueo de las fuerzas de tal coalición a Yemen, la situación de hambruna y sufrimiento sería insostenible. Pues la misma sigue siendo parecida, y ayer -en el momento de redactar este texto- se informaba de que bombas que mataron civiles hace un mes, incluyendo un autobús escolar lleno de niños, provenían de Occidente.

Podemos decir lo que queramos, porque el relato que construyamos será para consumo propio, pero para mí no, no todo vale. Y tampoco lo que la Ministra Portavoz Celáa expresó en una rueda de prensa ciertamente lamentable: "Si son de alta precisión, las bombas no se van e equivocar matando a yemeníes". ¿Se puede decir algo con más cinismo? ¿O es sólo ignorancia? ¿O indolencia?... ¿Cualquiera de los tres son valores apropiados para ejercer un Ministerio?