La Opinión de A Coruña

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Carol Vázquez

El momento estelar de Mark Vande Hei

Sucedió la pasada semana y, aunque pasó inadvertido, ya ha pasado a formar parte de uno de esos momentos estelares de la humanidad. Si Stefan Zweig levantara la cabeza podría haberlo incluido en su famoso libro, junto al momento en que se compone la Marsellesa, el himno eterno que impregnó los tiempos de la Revolución Francesa, o a las decisiones del capitán Scott y su fracaso en el Polo Sur.

Podríamos contarnos la guerra en Ucrania desde el punto de vista de un astronauta norteamericano, Mark Vande Hei, quien, suspendido a más de 330 kilómetros de la Tierra y desde la Estación Espacial Internacional, se encontró con un conflicto bélico y un futuro para su misión y hasta su integridad física en manos de Rusia: su retorno a la Tierra dependía del compromiso con Rusia y su nave de transporte Soyuz.

Si todos los puentes de relación entre Rusia y el mundo occidental se han roto uno a uno con la invasión de Ucrania, el ámbito espacial, como en un serpentín de cartas, ha sido el último en recibir el impacto. Como si la distancia kilométrica de los intereses en juego tuviera algo que ver, Vande Hei y los astronautas rusos de la Soyuz quedaron ahí, en un limbo que imaginamos silencioso como el Universo, a la espera de que a ras de tierra alguien recuperara la cordura, pusiera freno a la escalada de tensión que llegó a poner armas nucleares en jaque.

El ruido político de algunos investigadores, del mismo jefe de la Agencia Espacial Federal de Rusia Roscosmos, Dmitri Rogozin, que llegó a sugerir que el astronauta americano podía quedarse ahí en órbita abandonado, resonó en toda la galaxia.

El momento estelar de Mark Vande Hei

El momento estelar de Mark Vande Hei Carol Álvarez

La guerra nos ha demostrado y la historia se repite tozudamente que somos capaces de superar todas las barreras morales y legales, escritas y sabidas, en un momento de extrema beligerancia. Genocidios, violaciones y torturas asoman de nuevo como si la sociedad fuera incapaz de pasar página para siempre a las atrocidades tras el último episodio registrado con sangre en la historia. Ucrania no ha sido una excepción. Pero Vande Hei, en medio de la crisis que sacude a un mundo globalizado, ha hecho pie esta semana en la Tierra de nuevo.

Si no hubiera habido una guerra, su retorno habría sido celebrado para la posteridad como el del hombre que batió el récord de permanencia de Scott Kelly al sumar 355 días en la órbita terrestre baja. Las imágenes recogidas por la agencia espacial de Rusia de su aterrizaje en paracaídas en Kazajistán, junto a los otros dos tripulantes rusos el 30 de marzo, no fueron las que acompañan una gesta de la carrera aeroespacial, sino de la humanidad. La Agencia Espacial Internacional, participada por distintos países, nació con el alto propósito de estar por encima de los intereses nacionales y empujar objetivos que trascendieron el aquí y el ahora: el futuro es eso. Y hasta el futuro se ha tambaleado con la guerra de Rusia.

Vande Hei, coronel del Ejército retirado, ha protagonizado el capítulo extraterrestre de este conflicto bélico. Y aunque sus logros puramente científicos quedarán sellados en la historia de la conquista espacial, son otras singularidades de su viaje las que han puesto en jaque las líneas rojas que se rompen en una guerra, las que hacen de su atribulado regreso a la Tierra un momento extraordinario.

Cada uno de los momentos que destacó Zweig en su famoso libro Momentos estelares de la humanidad “marca un rumbo durante décadas y siglos”, señala él mismo en el prólogo. El retorno de Vande Hei puede ser el punto de inflexión para asegurar nuestro futuro.

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