La Opinión de A Coruña

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Fernando Ull

El ojo crítico

Fernando Ull Barbat

¿Y la comunidad rusa?

La invasión de Ucrania por parte de Rusia hace tiempo que dejó de ser una invasión con ánimo de cambiar al actual Gobierno dirigido por Volodímir Zelenski por otro títere plegado a las órdenes de Putin, para convertirse en una matanza indiscriminada cuyo objetivo no sólo es someter a todo un país si no, sobre todo, cumplir un deseo de venganza cuyo origen y motivos se desconocen hasta el momento. Las calles de las ciudades sitiadas primero y tomadas después por el ejército ruso se han llenado de cadáveres de civiles que salían de los sótanos donde mal vivían para tratar de conseguir alimentos o agua. Los soldados rusos se han dedicado al pillaje, a robar todo lo que han podido de las casas a las que entraban intimidando a sus propietarios o matándolos sin contemplaciones, a violar a mujeres y a niñas y a destruir colegios, teatros y centros culturales. Para ello el presidente ruso, Vladimir Putin, convertido por méritos propios en un genocida y asesino, no ha dudado en contratar mercenarios para lanzarlos contra la población indefensa. Sin miramientos y con la voluntad de que nunca olviden el horror en el que se hallan inmersos los ucranianos, Putin y su camarilla iniciaron una guerra de tierra quemada que ha sorprendido por la crueldad con que se ha tratado a los civiles y por la destrucción de todas las poblaciones que han podido.

Esta invasión injustificada y carente de todas las reglas que incluso en la guerra existen llevaba muchos años siendo planeada por Putin. En primer lugar, la dependencia energética de los países europeos más cercanos a Rusia fue la base de futuras acciones militares desde que Putin llegó al poder. En segundo término, gracias al ejercicio del poder ausente de los mínimos valores y derechos que debe tener cualquier democracia que se precie de serlo, el presidente ruso eliminó poco a poco la oposición interna ya fuera encarcelando o matando a periodistas que investigaban y publicaban la corrupción y las prácticas dictatoriales de Putin o condenando a largas penas de prisión a los opositores al régimen ruso que trataban de utilizar los escasos márgenes de cierta libertad que en un principio existían tratando de engañar a los países occidentales sobre la existencia de una hipotética democracia en Rusia así como estableciendo relaciones con partidos ultranacionalistas europeos , como Vox en el caso español, para conseguir un futuro apoyo en su criminal deseo expansionista con la lunática intención de crear una suerte de gran Rusia como en los tiempos de los zares. En último lugar, desde el primer día de su llegada al poder, Vladimir Putin inició un proceso de adoctrinamiento de la población rusa a base de mentiras y tergiversaciones de la realidad del mundo occidental prohibiendo los medios de comunicación libre y ordenando a los jueces qué clase de condenas había que imponer a los disidentes.

Después de la Segunda Guerra Mundial uno de los aspectos que más en profundidad se estudiaron fue la responsabilidad de la sociedad alemana con el régimen nazi. Surgió la pregunta de cómo fue posible que un país que poseía una tradición cultural, musical y filosófica como la alemana hubiese caído por propia voluntad en las garras de una dictadura fascista y genocida como fue la Alemania nazi. Los alemanes de la posguerra inventaron excusas de todo tipo que la realidad, los investigadores y los historiadores se encargaron de desmentir, situando a los alemanes ante su propia realidad: Hitler y su ideario genocida fue apoyado de manera masiva y libre por la gran mayoría de los alemanes. Y en el caso ruso nos encontramos con una situación parecida. La pérdida progresiva de derechos y libertades, la desaparición de medios de comunicación libres, la persecución de los disidentes políticos, los asesinatos selectivos de periodistas o la estigmatización de colectivos como los homosexuales para que sean perseguidos por fanáticos del régimen dictatorial de Putin, han sido asumidos por la población de manera completa y rápida. Que en una población de 147 millones se hayan manifestado poco más de 20.000 personas en contra de la invasión de Ucrania demuestra que Putin gobierna porque tiene un apoyo casi total dentro de las fronteras rusas.

También surge la pregunta acerca del motivo del silencio de la comunidad rusa en España. Más allá de declaraciones de intenciones vacías de contenido sobre su deseo de que haya paz, lo que en realidad supone no decir nada en contra de la guerra, y de colaboraciones puntuales como son la entrega de alimentos en puntos de recogida de ayuda al pueblo ucraniano, los ciudadanos rusos que viven en España, los mismos que pueden conocer la realidad de lo que está ocurriendo en Ucrania gracias a la libertad de prensa que existe en España, los que disfrutan de un régimen de libertades en un sistema democrático impensable en su país, permanecen en silencio incapaces de manifestarse frente a sus embajadas en contra de la guerra iniciada por su país que está acabando con la vida de miles de ucranianos.

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