La Opinión de A Coruña

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Ánxel Vence

Crónicas galantes

Ánxel Vence

A vueltas con la mili

Agobiados por la guerra de Putin, algunos países europeos se plantean restaurar el servicio militar obligatorio, concepto que a los chavales le sonará a chino, o a ruso. España no figura entre esas naciones, al menos de momento.

La idea parece un tanto absurda en la medida que la tecnología hace innecesarias las ingentes reclutas de carne de cañón habituales en las guerras de siglos anteriores. No parece creerlo así el presidente ruso, que es de la vieja escuela y ha decidido movilizar a cientos de miles de jóvenes y reservistas.

Para decirlo todo, no es Rusia el único país más o menos europeo que mantiene la tradición de la mili. Los suizos, por ejemplo, defienden su tradicional neutralidad con un sistema de reclutamiento obligatorio para los varones y voluntario para las mujeres, que fue refrendado hace pocos años por la ciudadanía. Raros como ellos solos, los helvéticos rechazaron por notable mayoría la opción de dejar de marcar el paso a la fuerza.

Otros casos igualmente inesperados son los de Noruega y Suecia, donde, cierto es, el reclutamiento tiene carácter cualificado y selectivo, mediante cuotas en función de las necesidades de personal de sus ejércitos.

Incluso Francia podría unirse a esta tendencia, desde que su presidente Macron anunció no hace mucho su propósito de instaurar un Servicio Nacional Universal, a medio camino entre lo militar y lo cívico. La medida no ha cuajado hasta ahora, dado el escaso entusiasmo que suscitó entre los propios militares profesionales y aun a pesar de que esta mili descafeinada duraría tan solo entre uno y tres meses.

Macron, que tira a ser de derechas, va a contracorriente de lo que en su día hizo en España otro presidente de filiación también conservadora. Fue José María Aznar el que a comienzos de este siglo puso término a la histórica institución de la mili, a sugerencia —digámoslo así— de su entonces socio estratégico Jordi Pujol.

La supresión de ese tributo que el Estado se cobraba en especie mediante el reclutamiento de los varones en edad de merecer no suscitó particular polémica en su día. A esas alturas, el muy cuantioso número de objetores de conciencia sugería ya que los más directamente afectados por la abolición de la mili no la iban a echar de menos.

Tampoco ahora hay debate sobre la restauración de las levas obligatorias de mozos, a diferencia de lo que ocurre en algunos Estados europeos. Hay voces que añoran, desde luego, la disciplina y el respeto al mando que, junto a la convivencia con otros compatriotas, aportaba, a su juicio, el servicio militar. Los más extremados sostienen incluso que convertía a los púberes en hombres con toda la barba, aunque ese argumento suena algo raro tras la entrada de las mujeres en las Fuerzas Armadas.

Hoy en día, los jóvenes se curten más bien en la difícil búsqueda de empleo; y saben por experiencia que el Erasmus da muchas más oportunidades de viajar y conocer gente que la vieja mili. Además de facilitar el aprendizaje de idiomas, claro está.

Probablemente eso explique el escaso interés que una hipotética vuelta del servicio militar suscita en España por contraste con otros países, incluso vecinos en el mapa. Igual sucede que la sociedad española es más moderna de lo que a veces se tiende a pensar.

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