El periodismo es decirle a gente que creía que Joaquim Nadal estaba muerto que Joaquim Nadal va a ser consejero de la Generalitat. “Soy un socialista sin partido”, dijo hace unos años en la radio. Ahora es un socialista con sueldo, podría decirse. Nadal fue un gran alcalde en Girona (79-92), consejero con Maragall y Montilla en los tripartitos y lo mismo sirvió para Obras Públicas que para la portavocía. Ahora, con el Govern roto y descosido, ocupará la cartera de Universidad e Investigación aunque la principal investigación sería saber qué puede aportar en este momento. A la política y a la Universidad. Podría dar una pátina de moderación a Pere Aragonés, que quiere hacer ver que su gobierno además de débil es plural y no solo soberanista. Estaría bien saber si Nadal lo es. Si es independentista, pancista, partidario del referéndum o de seguir en política. Ha salido en auxilio del país, opinan unos, que sin duda son poco partidarios de la savia nueva. Hay que darle un voto de confianza al bueno de Quim, que no ha obtenido ningún voto pero está en el Gobierno. Está en el departamento de Universidad porque lo de su vocación de servicio público es universal, o sea, sea con las siglas que sea.
Hay muchos nadales en la política española, también en esa política catalana que no quiere ser española. En Andalucía están los nadales de Ciudadanos, excargos públicos naranja que se van colocando poco a poco gracias al PP y movidos por la vocación de servicio quebrantable, la necesaria inmolación por la patria (chica) y el incontenible deseo profundo, incluso hondo, de darlo todo por el prójimo. Y el coche oficial.
–Oiga, no generalice.
Cada caso es distinto pero todos piden poltronas. El español detesta la cesantía y ansía un cargo público desde que se desteta. Aún no es raro oír en las maternidades: enhorabuena, señora, ha tenido usted un hijo con cara de subsecretario. Todo español lleva dentro un jefe de negociado y todo presidente de gobierno un transversal. De puertas para afuera. Nadal ha nacido a la fe del aragonesismo. Tras un largo procés personal.
