Opinión | la espiral de la libreta
Menudillos de Montesquieu a la parrilla
Las tres menos cinco de la tarde. Un hombre aguarda el segundo plato completando un sudoku en el móvil en un bar de menús, de rancho funcional para regresar enseguida a la noria. Ensalada de la huerta, lentejas guisadas, sopa minestrone, salchichas del país. “En esta empresa he hecho un máster que te cagas”, se escucha decir en la mesa de los oficinistas, en medio de un fragor de platos que entrechocan. Quienes almuerzan solos, autónomos quizá, son los únicos en prestar atención al televisor cuando empieza el noticiario. Hablando con una extraña parsimonia desde Bruselas, Pedro Sánchez parece haber alcanzado el nirvana o bien haberse tomado un par de lexatines después de abrir todos los cajones de la cómoda a un tiempo. El hombre del sudoku aparta con displicencia los guisantes de la paella con el tenedor, construyendo en el borde del plato una barricada contra el batiburrillo de declaraciones cruzadas sobre la rebaja del delito de malversación. Un parapeto contra la burda representación de una crisis institucional muy grave en el Congreso. Bien mirado, todas las fondas y figones del reino deberían incluir en el menú unos menudillos de Montesquieu a la parrilla. Con patatas.
Frenos y contrapesos
Al barón de Montesquieu, el más importante de los filósofos políticos en lengua francesa del siglo XVIII, con excepción de Rousseau, le llevó por lo menos 17 años la composición de El espíritu de las leyes (1748), mucho antes de la revolución y la guillotina. Le repugnaban los déspotas. Con el fin de remediar los efectos adversos del despotismo en Francia, el pensador de la Ilustración viajó por Europa y estudió a fondo las controversias entre la corona, el Parlamento y el common law para acabar atribuyendo la libertad de que gozaba Inglaterra a la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y a la existencia de frenos y contrapesos entre esos tres pilares. O sea, la piedra angular de la mampostería. Pues bien, esa doctrina, el principal dogma del constitucionalismo liberal, ha estado a punto de saltar por los aires esta semana, tras la maniobra del Partido Popular y Vox (un recurso ante el Tribunal Constitucional) con el fin de impedir una votación en el Congreso. ¿Era ese el nuevo estilo de oposición que había prometido Feijóo?
Sánchez ha decidido echar el carro por el pedregal con una serie de reformas legales expeditivas, a la brava, para dinamitar la insostenible obstrucción de los conservadores a la renovación del poder judicial. ¿Hasta dónde puede tensarse la cuerda? ¿Nos encaminamos hacia elecciones anticipadas?
El bar se ha quedado prácticamente vacío cuando empieza el parte meteorológico. Sobre las mesas queda una espuma sucia de aturdimiento, desazón y café frío.
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