Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Queridos Reyes Magos (edición 2023)

¡Feliz año nuevo, amigos y amigas! ¡Feliz 2023! Un deseo que ya les expresaba antes de la medianoche del pasado día 31, y que hoy reitero, con tres días ya totalmente consumidos de este nuevo año. Que 2023 nos aporte armonía, paz, concordia, entendimiento y estabilidad duraderos, junto con enormes consensos, y que todas y todos podamos contarlo. Una sencilla frase con la que creo que podría glosar el conjunto de presentes que les solicito a los Magos de Oriente, en esta carta abierta y pública. Sí, ya sé que es más fácil pretender algo material y comprable, pero uno le pone el listón alto a los Reyes, pensando que no puede ser de otra forma. Ahora no.

Y es que creo que nadie deja de ser consciente de que vivimos en un momento ciertamente crítico. No tanto por malo, aunque haya signos de agotamiento en el modelo económico imperante y en el social asociado al mismo, sino porque seguramente estamos en una transición acelerada entre etapas claramente diferentes. Y porque, entre las soluciones que pueden ser adoptadas a partir de aquí media una posible profunda brecha, con pocas posibilidades de cambio. En otras palabras, creo que la creciente virtualización y tecnificación masiva inherente a esta cuarta revolución industrial, con todo lo positivo que nos trae, encierra también algunos grandes dilemas. Y de cómo resolvamos esto dependerá el advenimiento de uno u otro modelo de sociedad futura, seguramente con profundas divergencias y pocos visos de permeabilidad entre ellos.

Creo que es, por tanto, el momento de hacerse las buenas preguntas, y de procurar que a su respuesta contribuyamos absolutamente todos los seres humanos. Porque no es de recibo que nuestra manera de estar en el mundo sea solamente modelada por unos pocos, y que el papel de los demás sea simplemente el seguidismo y la bendición pasiva de tal forma de vivir y organizarnos. Es importante pensar ahora para decidir si diseñamos un mañana de una manera u otra, una sociedad que avance en una determinada dirección o en alguna diferente. En tal sentido, creo que es tiempo de análisis, de introspección y de reflexión sincera sobre qué mundo queremos y por qué. Las posibilidades, no se engañen, son muchísimas y muy distintas, en todos los ámbitos. Y de este ejercicio que yo veo inminente, inaplazable y verdaderamente necesario, pueden salir cambios ciertamente importantes. Creo que, a partir de ahí, será el tiempo de los grandes consensos.

No crean que me estoy refiriendo únicamente a la política, y mucho menos a una tan doméstica y de corto plazo como la que se hace, en general, en España. No. Me refiero a algo más general, más sociológico y con muchas más derivadas que las meramente depositadas en los gestores de la cosa pública de aquí, de Europa y de otros lugares. Me refiero a cómo queremos vivir, y a qué líneas estratégicas profundas acometeremos, como población planetaria, para afrontar los retos globales. Esos que siempre aparecen en los papeles, pero a menudo como floreros o meros elementos del paisaje. Pero aspectos que, ahora sí, se evidencian sin embargo como factores clave de éxito para llevar a buen puerto nuestra propia supervivencia global, más allá de grupos o territorios privilegiados. ¿Cómo gestionaremos el acceso a un agua potable cada vez más escasa? ¿Y qué me dicen del manido pero crítico tema de la energía? ¿Nos pondremos en serio con la contaminación como vector de muerte y destrucción? ¿Nos interesa de verdad la crisis de suministros básicos? ¿Y cómo vivimos los fenómenos de recrudecimiento de aspectos climáticos, que condenan directamente a una parte del territorio habitado a un grado insoportable de desertización y graves dificultades para la vida? ¿Estamos preparados para el cambio —ya presente— en patrones que implican nuevos vectores de patologías antes inexistentes o controladas en territorios desarrollados? ¿Es bueno progresar en la incorporación de la inteligencia artificial a los procesos fabriles o, quizá, este será el prólogo de mayor inequidad, menor ocupación y más problemas sociales? Ciertamente, hay muchos frentes abiertos y creo que no podemos sustraernos a ellos. Las preguntas anteriores son solamente ejemplos de muchas otras, con diferentes niveles de concreción y afectación territorial y temporal.

Pero no se alarmen. No significa que todo ello haya que solucionarlo ahora, ni que tengamos que ponernos a temblar en este mismo instante. No, pero sí que tienen que estar presentes en nuestro diseño social y en las decisiones que se tomen, de forma transversal. Es importante tener en cuenta todo ello si estamos hablando de comer menos o más carne, de priorizar combustibles fósiles o los vehículos híbridos o, pongamos por caso, de potenciar la vuelta al campo o el hacinamiento en megaurbes saturadas. Todo ello importa, y es parte de la ecuación que tendremos que resolver juntos. Algo que no deja de ser apasionante, y para lo que entiendo se precisará de todas las sensibilidades e ideologías. Y es que me da la impresión, queridos y queridas, de que en estos años nos jugamos mucho de lo que venga después. Es como un medio juego en ajedrez, donde después de aperturas impecables y de libro, cada pieza y cada posición cuentan. Pero un medio juego donde tenemos que tener claro que hay elementos que hace ya mucho tiempo que chirrían, y realidades que no se sostienen, en un contexto general complejo y con intereses tan diametralmente opuestos en la partida que será difícil conciliarlos para abordar logros comunes.

Por eso le pido a los Reyes lo que ya les ha contado, muy necesario para avanzar en entendimiento, rigor y capacidad global de análisis y búsqueda de soluciones a las cuestiones citadas. ¿Y usted? ¿Qué le pide a los Reyes usted? ¿Va por ahí también el conjunto de sus deseos o, quizá, piensa que se me ha ido la cabeza y que mejor debería haber pedido unos calcetines y un par de libros? ¿Siente usted tal transición de etapa o cree que 2023 será “más de lo mismo”? Ya me contará..., si quiere. Cuídeseme. Y... ¡Felices Reyes Magos!