Opinión | Inventario de perplejidades

Belicosidad del señor Borrell

La guerra en Ucrania, como casi todas las guerras, nos permite descubrir rasgos de carácter que permanecían ocultos, soldados a los que, en el curso de unas maniobras con fuego real, vi tirarse de la caja de un camión en marcha; lanzar bombas de mano, aguantando temerariamente el tiempo de su explosión; disparar con aquellos fusiles Mauser de fabricación alemana que tenían un retroceso que desestabilizaba al tirador o arrastrarse bajo una alambrada.

El que esto firma, que no tiene un gran espíritu militar, encontró para vestirse un tabardo grueso, unos pantalones amplios, unas botas de cuero negro y una gorra con una borla roja que se bamboleaba al andar o si soplaba mucho el viento que en aquella ciudad era el fenómeno meteorológico más frecuente.

La fascinación por la milicia, por su fanfarria y por su aparatosidad, suele apoderarse de los espíritus más sencillos. Y a la mayoría de la gente le gusta ver pasar a la tropa marcando el paso al son de trompetas y tambores. Es como un regreso a la infancia. Por eso mismo, no deja de sorprender que un espíritu cultivado como el político socialista Josep Borrell, actual jefe de la diplomacia de la Unión Europea, emplee un lenguaje cada vez más belicoso respecto de la guerra en Ucrania. En una de sus últimas comparecencias y a propósito de la entrega de los tanques Leopard al ejército ucranio manifestó su total apoyo a esa medida. ¿Qué hacen unos vehículos tan caros y tan mortíferos —vino a decir— acumulando polvo en un garaje? La propuesta lleva implícita una agresividad terrible. Si aplicásemos la doctrina Borrell a las armas nucleares, que afortunadamente llevan acumulando polvo en sus siniestros silos, estaríamos a dos dedos del Apocalipsis. La transformación del político catalán en un halcón es una de las lamentables secuelas de la guerra de Ucrania.

Antes de que Borrell fuese nombrado jefe de la diplomacia de la Unión Europea ocupó ese mismo puesto otro español, el también socialista Javier Solana de Madariaga. El señor Solana, aquel que sacó a la calle la pancarta OTAN, de entrada NO y acabó ordenando el bombardeo aéreo contra Serbia. También, en aquella ocasión, los aviones acumulaban polvo en los hangares. Y hubo que sacarlos al aire para matar personas.

Suscríbete para seguir leyendo