Opinión

Roja y colorada

Apoyada contra la pared, sola, tardé tres horas en introducir un tampón en mi vagina, como si de una operación de ingeniería se tratase. Sentí dolor, un desgarro. Lloré cuando me vino mi primera regla, pero a mis doce años, estaba decidida a ser moderna. Quería bañarme en la playa todos los días, y correr, saltar y bailar sin que la compresa oliera o se moviera y me delatara. Quería continuar siendo yo misma, con seguridad y sin rebajar mis deseos vitales por estar en esos días. Atrás quedaban los paños de mi madre (más sostenibles, claro) lavados y tendidos en el patio al sol sin reparo alguno. Ella rompía moldes, mientras mi abuela corría a recoger esas toallitas, avergonzada por tamaña desfachatez de su nuera. ¡Qué dirán los vecinos de arriba!

¿Información menstrual? Pues claro. ¿En las escuelas e institutos? ¡Adelante! Toda debe llegarles. Para desmitificar la regla. Para saber que no tiene por qué ser dolorosa, ni se trata de nada sucio, ni vergonzante. Y, en cambio, es muy importante en nuestra vida sexual y reproductiva. Las mujeres tienen la regla durante 40 o 45 años. Ellas y ellos deben saber y respetar. Acudo a la doctora Francisca Molero, ginecóloga, quien defiende a ultranza la información, pero a la vez pone el acento en la sensibilidad imprescindible para impartir educación menstrual. A la misma edad, no todas las adolescentes están en el mismo punto de desarrollo físico y emocional, pertenecen a familias distintas, de orígenes culturales diversos. Hay que tener en cuenta las diferencias y educar con empatía. Y acabo: ¿copas menstruales, sí o no? Pero ¿cuáles se adaptan mejor a cada vagina? Y es que, incluso entre aquellas que hemos intentado ensanchar caminos y estamos satisfechas de nuestra vida sexual, sabemos poco. Os pregunto: ¿conocéis bien vuestra vulva? ¿Os habéis mirado esos otros labios, los mayores y los menores, ante el espejo? ¿Os gustan?

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