Opinión
Dos resurrecciones teatrales
La dramatización en la Real Academia de la resurrección de la tilde en “solo” ha sido sólo, gracias a Pérez-Reverte, un bonito entremés teatral. El regreso al final ha sido en modo fantasma, descarnando la norma para pulir diferencias hasta volverla puro espíritu. En otra dramatización política más aparatosa, la del retorno de la violencia o intimidación a la agresión sexual, acompañando al sí-es-sí para no seguir poniendo en la calle a cientos de penados, no ha habido pacto en el teatro del Congreso, pero lo habrá fuera del tablado una vez terminada en tablas la disputa por las masas del 8-M. En realidad era un equívoco más propio de una comedia de enredo: la ceguera de una ministra en lucha y poco ducha no la dejaba ver que la reforma-de-la-reforma era para librarla a ella de los leones (un zarpazo con cada excarcelación), en bien de la economía electoral de todo el circo.
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