Solamente gente

Begoña Peñamaría

Begoña Peñamaría

El tiempo es ese medidor inescrutable que observa la vida desde la perspectiva de superioridad que aporta la inmortalidad, que nos mira, que nos abraza, que nos hace reír y llorar, que nos acompaña, que nos da la mano y, a veces, hasta collejas; está ahí desde el comienzo de todo y, a buen seguro, continuará estándolo cuando el resto ya no lo hagamos.

Y el resto somos nosotros, los mortales, principalmente los seres humanos. Aquellos que nos hemos autoconvencido de que lo podíamos todo, de pronto y a medida que avanzamos en edad y muchos sueños se escapan en favor de otros cumplidos, nos damos cuenta de la cantidad de tiempo que hemos perdido y de que las fuerzas ya no son las mismas que un día fueron.

He ahí, en ese cruce de caminos entre el deseo por recuperar las horas huidas y el anhelo de un descanso progresivo y merecido, cuando nos percatamos de que debemos elegir uno de los dos senderos. Y, al elegir, siempre se pierde algo.

Sin embargo, es afortunado aquel que está en posesión de intentar escoger su destino, porque hay a quien no le queda más remedio que volver a empezar o que dejarse mecer en los brazos del tiempo a la espera de un final idéntico e inexorable para todos los individuos del planeta.

Ricos, pobres, negros, blancos, buenos, malos, sanos o enfermos; tendremos una misma conclusión, aunque con distinto signo. Pero esa terminación de la vida será más placentera si, al hacer balance, llegamos a la conclusión de que nuestra existencia sirvió para algo, porque sirvió para alguien.

Más allá del aprovechamiento del tiempo y de las circunstancias de cada cual, el lograr llegar a comprender que la vida mereció la pena porque crecimos como seres humanos, entregándonos al resto y aparcando la fragilidad que representa el egoísmo, representará un éxito en sí mismo.

Y no habrá millones que puedan comprar esa capacidad de haber logrado hacer lo mejor de uno mismo, buscando su máximo. Si todos buscando nuestra propia excelencia dejaremos de ser gente y nos convertiremos en personas. Otro grado.

Un nivel superior que, de ser practicado a lo largo del tiempo y de todos los tiempos por la mayor parte de los individuos, lograríamos y habríamos logrado una paz que está lejana a la actual, pero que todavía podemos implantar si cada uno de nosotros trabaja por ser bueno o simplemente por aprovechar su tiempo siendo mejor.

Begoña Peñamaría es diseñadora y escritora