Esperar sin desesperar

Begoña Peñamaría

Begoña Peñamaría

El otro día, dando uno de esos paseos por las nubes con los que tanto disfruto, leí una reflexión que me invitó a pensar. En ella, una psicóloga decía que de los demás solamente podemos esperar lo que ellos son. Nada más. No lo que nosotros somos.

De hecho, el filósofo Nietzsche aseguraba que la frustración y la decepción provienen de las expectativas que tenemos en los demás.

Solemos esperar de nuestro prójimo la misma empatía, la misma honestidad y la misma reciprocidad que nosotros tenemos, pero sin embargo, los valores que viajan en el interior de nuestro corazón, no son los mismos que muchas veces recibimos de vuelta por parte de los otros.

Cuando esto sucede y nos damos cuenta de que algunas personas no van a dar lo mismo que nosotros damos, acabamos entristeciéndonos. Porque quien espera demasiado de la gente, suele acabar herido.

Por todo ello, la clave de la felicidad, aunque nos cueste creerlo, reside en recortar expectativas y en apreciar el aquí y el ahora. En disfrutar las relaciones en el momento presente y en dejarnos llevar aceptando lo que nos traiga la vida.

Es cierto que hay en cada rendición un poco de muerte, es por ello que recomiendo encarecidamente que las líneas anteriores se apliquen exclusivamente a las relaciones interpersonales, pero en ningún caso a nosotros y a nuestras ilusiones de cambio o mejora.

Es importante recordar que todo está por hacer y que todo es posible, así como tener presente la necesidad de luchar por lo que anhelamos trabajando en la dirección correcta y hacerlo esperando y sin desesperar.

Porque si se cierra una puerta, se abrirá una ventana si continuamos buscando agujeros de salida, pero si no peleamos, no abriremos salidas y —quizás— cuando seamos ancianos, nos arrepintamos de no haber jugado mejor las cartas de nuestra única vida segura.

Lo que depende de uno hay que pelearlo hasta el final. Se logre o no. Y se hace única y exclusivamente porque está en nuestra mano el hacerlo y porque podemos permitírnoslo. Pero aquello que esperamos y que no depende de nosotros sino de otros, es mejor rebajarlo y relativizarlo.

Continuar con paso firme, seguir el camino recto, bajar las expectativas para con terceros —por supuesto no aceptando jamás lo que no se puede aceptar y siendo siempre muy conscientes de que la parte principal de nuestras existencias depende básicamente de nosotros y de nadie más—, es la clave del verdadero éxito personal. De ese que nos dirigirá inexorablemente a la felicidad que espera y no desespera.

Suscríbete para seguir leyendo