Crónicas galantes

Coches embarazosos

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Años atrás causó cierta hilaridad en Galicia y Portugal la irrupción de un modelo de coche surcoreano que llevaba el rotundo nombre de Kona. La letra K, abundante en las lenguas asiáticas y su traducción, apenas disimulaba la sonoridad de una palabra que en galaico-portugués es un palabro. Una palabrota en el castellano de España; o un palabrón en el de las naciones de Latinoamérica.

Aquello era tanto como mezclar la vulva con las válvulas, ya que de mecánica hablamos. Advertida del equívoco y la malsonancia, la marca Hyundai enmendó el entuerto sin más que rebautizar al Kona con el mucho más neutro nombre de Kauai. Pero solo lo hizo en el mercado portugués.

Curiosamente, el nombre no se cambió en el caso de Galicia, donde los chocantes significados que evoca la palabra Kona son idénticos a los de Portugal. Al menos en este caso, el galaicoportugués sigue siendo la misma lengua que en su origen, hace ya de esto unos cuantos siglos. Se ignora la razón por la que la mudanza de nombre afectó tan solo a la parte sur del bloque lingüístico formado por el gallego y el portugués.

Lo más probable es que los fabricantes del modelo dejasen de lado a Galicia por el hecho de que no sea un reino ni una república independiente, de tal modo que la distribución del Kona ha de hacerse con criterios territorialmente más amplios. Cierto es que tal vez no resultase especialmente gravoso para los coreanos corregir el nombre del coche destinado a la venta en Galicia; pero ya se sabe que cada uno gobierna en su casa como le parece.

Habría ahora una oportunidad de rebautizar el Kona en tierras gallegas, aprovechando el lanzamiento de la llamada segunda generación de este modelo de Hyundai. Nada costaría, en apariencia, convertirlo en Kauai al modo portugués, si bien se entiende que las exigencias del marketing y el branding lo hagan desaconsejable.

Tampoco es que estas cuestiones nominales importen en exceso. Los gallegos son gente que tiende a tomarse las cosas con filosófico talante, de manera que anécdotas como la del Kona, suelen ser motivo de broma más que de enfado en tierras del noroeste.

Como mucho, no habrá de faltar quien eche de menos un cierto equilibrio de sexos, que se restablecería si al modelo Kona se le añadiese otro llamado Karallo. Vendría a ser algo así como el Ken de la Barbie, ahora que andan sacando en películas a la famosa muñeca.

Problemas parecidos al del Kona los sufrieron ya, en realidad, otras marcas asiáticas —japonesas en este caso— como las que sacaron al mercado el Mitsubishi Pajero o el Mazda Laputa. E incluso alguna europea, tal que la italiana Lancia, que hace más de medio siglo ideó un modelo bautizado con el nombre de Lancia Marica (que nunca llegó a fabricarse en serie, se ignora si por esa u otra razón).

A diferencia de Portugal, donde el fabricante cambió el nombre del Kona tras ser advertido de sus connotaciones, en Galicia se ha aceptado con toda deportividad la singular denominación del coche. Solo es de esperar que en este baile de nombres y traducciones no se le ocurra a alguna marca bautizar un modelo con el nombre de Koño. Eso sí que iba a ser la mundial.