Shikamoo, construir en positivo

Pensiones: ¿Gasto o no gasto? Esa es la cuestión

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Una sociedad, queridos y queridas, ha de ser madura. Esto significa tener la capacidad de comprender en cada momento dónde está y a dónde quiere ir. O, por lo menos y visto que lo primero no es fácil, a dónde no quiere llegar de ninguna manera. Y todo ello a salvo de los vaivenes provocados por la natural alternancia en el timón, fruto de lo dimanado de las urnas en lo que es el “abc” más básico en cualquier praxis democrática.

Sí, una sociedad madura ha de contemplar elementos estratégicos, mucho más allá de los “dimes” y “diretes” del día a día, o de los asuntos con mayor relevancia en un candelero más fugaz que cualquiera de los bólidos que se puedan ver en el firmamento. Hay que creer en lo de todas y todos, entre todos y fruto del consenso. Y, una vez definido qué sí entra y qué no en nuestra ecuación colectiva, ponernos manos a la obra.

Todo eso falta en el país yo creo que de siempre. No quiero decir que un determinado Gobierno, el que sea, no tenga un conjunto de ideas y trate de desarrollarlas. Claro que sí. Yo a lo que me refiero es a un corpus básico asumido mucho más allá de las fronteras de cada opción partidista y partidaria, que no se toque y al que todos contribuyan. Y eso sí que no se ve en estas latitudes. Aquí se va por un camino pero, si hay cambio, entonces se derriba el edificio anterior —¡será por dinero!— y se plantea exactamente lo contrario. Algo que se puede aplicar a muchos de los ámbitos de la gobernación, pero que es particularmente lacerante en lo tocante a sanidad, educación y servicios sociales.

En todo ello, y en más ámbitos temáticos, tal apabullante variabilidad en función de quién sea el inquilino en La Moncloa debería sosegarse. Debería escucharse a las y los técnicos. Y es más, seguramente tendrían que ser ellos, al margen de los políticos, los que llevasen más las riendas de muchas cuestiones hoy supeditadas a las veleidades del poder. Y es que, como sociedad, tenemos problemas que requieren soluciones, al margen de las grandes cuestiones ideológicas de corte teórico o, al menos, por delante de ellas.

Uno de los temas donde de forma más recalcitrante existe un tira y afloja en la sociedad, fruto de la cosmovisión de cada cual, es el de las pensiones. De vez en cuando alguien explica que el gasto en las mismas es desmesurado, lo cual no es otra cosa que ser consciente del nivel real de envejecimiento de la población del país. O, lo que es lo mismo, de la enorme merma numérica en las capas de población más joven, que hace que la balanza entre los que cotizan y los que son remunerados de tal guisa al haber cumplido la edad y demás requisitos para ello esté francamente descompensada. “¡Gastamos demasiado en pensiones!”, expresa entonces el interfecto en cuestión, como si aludiese a un monstruo de siete cabezas que engullese los recursos colectivos con maldad y alevosía...

Pero no. Nada de eso. Y es que el gasto en el salario que uno percibe una vez que deja de contribuir con su trabajo a la sociedad, es una de las primeras prioridades de este grupo humano, soberano y solidario. Si esto no fuese así, o si el sistema fuese más laxo o cicatero —y ejemplos hay en países llamados civilizados— veríamos muchos más mayores arrastrándose por la calle entre harapos o tirando de un carro con basura o cartones, u otros trabajando por necesidad hasta edades muy avanzadas. Tal gasto en pensiones no es gasto, sino nuestra opción como civilización que además siente que hay que contraponer medidas de equilibrio y cordura frente a la aplicación pura y dura de la receta económica del capitalismo. Y es, por tanto, inversión. Inversión en una sociedad mejor, más vivible y decente.

Otra cosa es que haya que mejorar determinados aspectos de esas políticas, u optimizar según qué cosa, incluyendo la viabilidad o no de un sistema de caja única en un momento demográfico como el actual. Pero no creo que haya demasiada disensión si preguntamos al conjunto qué opina sobre la satisfacción de las pensiones de jubilación, versus otros gastos del Estado donde creo que habría mucha más unanimidad en meter la tijera. Se lo cuento porque o algo he leído sobre el tema, o me huelo que alguna de esas serpientes de verano que nos acechan va a empezar a tirar de ese hilo en breve. Pero no lo dudo, creo que hay pocos temas más sólidamente afianzados y asumidos por este pueblo soberano que la solidaridad generacional que está tras el sistema de cobros y pagos hoy de nuestro sistema de pensiones.

Y usted, ¿qué opina?