Investidura

¿Ha vuelto Junts a la política?

Ernest Folch

Ernest Folch

En cualquier negociación hay que hilar muy fino para discernir la retórica de la realidad. A pesar de que Puigdemont dice,

que no ha habido hasta la fecha ninguna negociación sino solo un diálogo previo, lo cierto es que los hechos demuestran lo contrario. Porque aunque haya sido solo un aperitivo de lo que tiene que venir, ha habido por supuesto una negociación profunda y compleja para la constitución de la Mesa del Congeso, que permitió un espectacular avance del uso del catalán en dos ámbitos institucionales nada menores: pasará por fin a ser lengua de uso normal en el Congreso y el Gobierno oficialmente ha pedido a la Unión Europea que sea lengua cooficial de manera oficial. A falta de que los países miembros lo aprueben por unanimidad, lo que es evidente es que Junts obtuvo un rédito tangible, de alto valor simbólico y de enorme valor político, que es además su primer trofeo ganado en la arena de Madrid. La negociación con Sánchez tenía una segunda contrapartida crematística de la que nos enteramos curiosamente (o no) mucho más tarde: Junts conseguía tener grupo propio en el Congreso, gracias a la cesión de dos diputados del PSOE. Es decir, no solo ha habido una negociación sino que se han obtenido contrapartidas evidentes.

Lo curioso es que ha sido la propia formación de Junts la que ha preferido silenciarlos y dejarlos huérfanos, y ha optado por simular que ni siquiera ha habido una negociación, como si el avance del catalán y la formación del grupo propio hubieran sido por generación espontánea.

Para entender las razones de este extraño funambulismo hay que situarse en el siempre complejo entramado de Junts, un partido en el que su corriente mayoritaria ha vendido siempre oficialmente la confrontación como único método para avanzar políticamente y terminar consiguiendo la independencia. El resultado de las elecciones, que situó a la formación en el epicentro de la política española, ha servido también para mostrar sus contradicciones: resulta que el partido de la confrontación ha logrado sus mayores logros justo la primera vez en que se sienta a negociar. Puede decirse que Junts y Puigdemont han conseguido más capital político en pocos días de negociaciones que en tantos años de proclamar la confrontación a los cuatro vientos.

Curiosamente, el pacto lo ha hecho con el PSOE y ahora Puigdemont ha conseguido el regalo nada menor de reunirse con Yolanda Díaz. De ahí que Junts haya optado por ni siquiera reivindicar la oficialidad segura del catalán en el Congreso y probable en Europa, y haya preferido negar la negociación por muy evidente que sea.

Lo que parece innegable es que Junts sigue sin poder huir de la tensión que generan sus dos almas, la de la confrontación y la del pacto, la de la retórica hiperventilada pero estéril y la del pacto concreto pero costoso. En las últimas semanas, los inflamados han descubierto, atónitos, que los pactistas, sin retórica pero con hechos, pueden lucir ganancias, aunque sea con el coste de la cesión y la contradicción. En el fondo, y en clave catalana, lo que de verdad está en juego estos días es si Junts vuelve de una vez a la política y abandona la retórica estéril que tanto daño le ha hecho. Por eso es importante discernir muy bien lo que hace de lo que dice, que a partir de ahora pueden tener poco que ver.

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