La DANA que se avecina

José María de Loma

José María de Loma

Dicen que hay o se avecina en diversas zonas de España una DANA y lo que uno quiere es que llueva a gusto de todos. La DANA es un palabro nuevo, tal vez unas siglas, que se han colado en nuestra vida de repente casi. Lo mismo que un día se colaron las palabras fistro o dabutén, que van cayendo en desuso y no designan fenómenos meteorológicos, si bien un fistro puede ser un fenómeno de tío o de tía, una fistro. Una fistro pecadora, que diría el inventor del término, el gran Chiquito. La Dana se anuncia como se anunciaba antaño la visita de una pariente lejana de Jaén o Lugo: mañana viene la Dana. Y entonces la más entusiasta del hogar corría a la pastelería más cercana y encargaba unos dulces, tal vez unos Piononos (el Pionono es el pontífice de los pasteles) para agradar a la visita, que a lo mejor estaba a régimen y solo quería escarola al natural o col hervida, con el mal olor que deja en toda la casa.

Se asoma un compañero a mi escritorio y no sé si quiere un café, una orden, un préstamo o pegar la hebra, que es como antes se llamaba, deliciosamente, a conversar. Hay un libro de Miguel Delibes de hace algunos años que se titula así —Pegar la hebra— y que es una deliciosa conversación del autor con el lector sobre fútbol, caza, política, periodismo o personajes como Carmen Laforet u Orson Welles, que sí tenía pinta de ser aficionado a los piononos y a los dulces en general, seguramente también al entrecot poco hecho con bien de patatas fritas, sírvame más vino, haga el favor.

El compañero que se acerca me informa de que Dana significa Depresión Aislada a Niveles Altos, lo cual puede valer también, digo yo, como padecimiento de uno en determinados días. “Tengo depresión aislada a niveles altos”, y en ese plan.

Hay gente que coge una depresión otoñal como quien coge distraídamente un caramelo de un bote de caramelos. Otros, sin embargo, se llenan de alborozo con el fin de los inclementes calores y el comienzo de esta nueva luz que trae el avanzar septiembre, una luz más amable a cuya disposición sí quieren ponerse los árboles para ser con prontitud desnudados.

Como hoy tenemos el día permeable, las palabras de un locutor maduro con tendencia a los anglicismos se nos cuelan también en el artículo. Nos informa este hombre, y el meteorólogo al que no deja hablar, de que la DANA a va a ser morrocotuda, intensa y extensible a grandes partes de la Península. Si a la DANA le invertimos las sílabas se queda en nada. Si viene, podría ser una buena excusa para quedarse en casa, leer a Delibes, hacer un bizcocho, ver una serie en la que no maten a nadie, parir palíndromos y realizar un censo de paraguas, que se han pegado una vidorra en primavera y verano. Si le dedicas una greguería al paraguas no se te moja la prosa. Que la DANA nos sea propicia y no se muestre destrozona. Pero sobre todo que no nos deprima. Buenos días.

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