Shikamoo, construir en positivo

Genealogía genética

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

¿Qué tal están, queridos lectores y lectoras, en este tiempo complejo que nos está tocando vivir? Espero sinceramente que bien. O que al menos vayan capeando razonablemente el temporal. Y es que bien, bien... es difícil estar cuando hay tantas personas pasándolo mal, y la Humanidad sigue empecinándose en recurrir al mamporro y a los mamporreros para arreglar sus cuitas. Mal asunto, oigan. Mal asunto...

En medio de tanto crimen más lejano en lo que a lo espacial se refiere, también nos sacude la barbarie de vez en cuando en nuestro tranquilo entorno. Y alguno de esos luctuosos episodios se convierten en algo especialmente repugnante y vil. Les confieso, queridos y queridas, que desde 2013 no hay día que no pase por Lavandeira de Riba, en la carretera hacia As Pontes, y no piense en nuestra conciudadana Elisa Abruñedo, salvajemente violada, asesinada y abandonada en un camino, cerca de la que era su casa. Algo horrible, que nunca tendría que haber ocurrido, y que demuestra que el ser humano a veces se despoja totalmente de la dignidad que se le supone. ¿Quién podría haber llevado a cabo tal hecho, nos preguntamos tantas veces, segando una vida y dejando a una familia destrozada? ¿Se imaginan ustedes que esto hubiese ocurrido en su entorno próximo? ¡Qué horror!

Pues bien, ahora los investigadores del caso —diez años después— han dado la campanada consiguiendo encontrar al individuo que, presuntamente, ha cometido tal atrocidad, y para el que me ahorraré calificativos por quedarse todos ellos cortos. Pero déjenme que insista aún en lo de “presuntamente” porque nobleza obliga, y porque el encausado todavía tiene derecho a la presunción de inocencia antes de ser juzgado. Pero, teniendo en cuenta que ha confesado y que las pruebas incriminatorias parecen abrumadoras, creo que no hay demasiadas dudas... ¡Quién sabe qué más barbaridades habrá perpetrado!

Lo cierto es que ha sido la genealogía genética, una disciplina muy novedosa, la que ha permitido terminar de estrechar el círculo sobre el interfecto en cuestión, a partir de su perfil de ADN y de otros indicios. Con el código genético descifrado, se podría encontrar al asesino automáticamente en caso de estar registrada también su huella genética en los archivos policiales. Pero no siendo así, como en este caso, también es posible hoy realizar comparaciones del mismo con diferentes individuos, intentando encontrar coincidentes características en las secuencias de dicho código. En el caso de tener éxito, y esto es solamente cuestión de perseverar y de seleccionar adecuadamente la muestra, antes o después se puede ir acotando el conjunto de individuos en el que se encontrará al asesino. Lleva tiempo, pero con la ciencia en la mano y una correcta praxis, así como con la indispensable colaboración ciudadana, puede funcionar. Así fue en el caso del “asesino de Golden State”, en California, que en los años ochenta cometió más de cincuenta violaciones, llegando al asesinato trece veces, y que fue detenido en abril de 2018, merced a una muestra de su ADN congelada hasta entonces.

¡Y vaya si ha funcionado esta técnica también ahora! Porque, aplicando tal combinación de genética y genealogía, los investigadores de la Guardia Civil han podido llegar a la conclusión del terrible caso acaecido en Lavandeira, haciéndonos un enorme servicio a todos y, especialmente, a todas. Algo que aliviará la enorme herida abierta no ya en una familia desgarrada de forma irreversible, sino en el conjunto de la sociedad. Es de ley, pues, no solamente felicitar a las instituciones participantes en dicha investigación, sino en particular a cada uno de los encargados de tal labor a título personal. Porque, por lo que cuentan los medios, han sido muchas horas intentando “tirar del hilo”, con la colaboración de los encargados del Archivo de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, ya que aquí la cuestión genealógica no está tan virtualizada y automatizada como en los Estados Unidos, con lo que parece que ha habido que ir directamente a las fuentes...

Por si a alguien le falta algún dato, recuerden que el ADN —ácido desoxirribonucleico— es una doble cadena de nucleótidos presente en el núcleo de las células y que conforma la huella genética de la persona, constituyendo una verdadera etiqueta personal e intransferible. Este ADN, que proviene de los padres biológicos del individuo, contiene el conjunto de genes de la persona —genotipo— que se traducirán en un fenotipo concreto, expresión de dichos genes en la fisonomía y en los rasgos hereditarios de toda índole. El ADN presenta coincidencias en quien proviene de una estirpe común, con lo que —como les decía— muestreando convenientemente el conjunto de toda la sociedad se puede identificar a cualquier persona. También a un asesino.

Déjenme que termine con una recomendación. Y es que hay un fantástico programa de La Noche Temática, emitido en su día por La 2 de Televisión Española, en el que se incluía el documental ADN, ¿el fin del crimen?. Didáctico y ameno, explica el recorrido por el cual esta disciplina fue puesta a punto, aplicada al caso referido de California. Pero es sólo el principio porque, tomen nota, está calculado que disponiendo del tres por ciento de los perfiles de ADN de la población mundial se podría localizar a cualquier persona en el planeta, en lo que es una combinación explosiva de genética y genealogía. Si no lo conocen, les recomiendo mucho —si tienen ocasión y el mismo aún está disponible— que visionen tal documental. Merece mucho la pena.

A Elisa y a las demás personas a las que estos depredadores destruyen nunca podremos recuperarlas. Pero al menos ahora, por lo que parece, se meterá a uno de ellos entre rejas.

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