Error del sistema
Más allá de la carambola
“Apreteu, apreteu”, dijo Aznar. Y un tsunami de indignación se puso en marcha. “¡El golpe de Estado no existe, idiota!”, gritó un policía ante la estulticia. Los manifestantes andaban perplejos, ¿pero estos no son de los nuestros? Ardieron contenedores y se añoraron los adoquines de la plaza de Urquinaona. “Pedro Sánchez, hijo de puta”, entonaban los hijos de la gente bien.
Mientras Madrid se incendiaba, Waterloo alargaba el juego. Laura Borràs —la que llora como una mártir y se suena los mocos con contratos troceados— se sentaba en la mesa de negociación. Dani Esteve —dueño de Desokupa y ultra de vocación—jaleaba la calle. Y Abascal exhortaba a los policías que no cumplieran “órdenes ilegales” ¡del Gobierno! “¿A qué hora sale el Rey a dar el mensaje ordenando ir ‘a por ellos’? ¿O es que está ‘con ellos’?”, apuntaba Puigdemont en las redes sociales. Es mi naturaleza, dijo el escorpión.
Y así, entre fuegos reales y virtuales, nació un pacto. Más por carambola electoral que por convencimiento. Se aplaude el retorno de Junts a la Constitución. Puede. Aunque en el relato de los Antecedentes, el que ocupa un folio y medio de los cuatro del acuerdo, se pasa por alto la cacicada de las leyes de desconexión, y del 1-O se salta al 155, obviando que hubo una declaración de independencia por en medio. Desolador olvido para aquellos catalanes que, a contracorriente, se empeñaron en denunciar el abuso.
Ayuso ya califica a España de dictadura y llama a la Corona, el poder judicial, a la policía y a las fuerzas armadas a plantar cara a Sánchez. Casi nada. Abascal aboga por una larga resistencia civil, también refuerza el concepto de dictador: “O el dictador en el banquillo o los que nos oponemos, en la cárcel”, afirma. Si no fuera porque la palabra está devaluada, olería a golpe de Estado.
¿Se puede pactar con quien te desprecia? ¿Se puede gobernar frente a poderes dispuestos a hacer lo que haga falta para apearte del mando? ¿Se puede avanzar entre tantos salvapatrias dedicados a patearla? Las esquinas se pueblan de anunciadores del apocalipsis. Para unos, sobre España siempre sobrevuela el aguilucho. Para otros, las hordas rojas resucitan. Caricaturas opuestas y complementarias. Junts —el partido que obtuvo el peor resultado de su historia— y la derecha —el bloque que no suma— andan crecidos.
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