LA PELOTA NO SE MANCHA

Villares se va a romper de tanto estirarlo

Diego Villares dispara en el partido ante el Tarazona

Diego Villares dispara en el partido ante el Tarazona / LOF

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Villares saca la pelota, Villares avanza por la banda, Villares salta a la presión, Villares centra, Villares remata... El inicio de la liga y las piruetas que está haciendo el Dépor para encajar a los futbolistas que consideraba centrales en su proyecto están condenando al canterano al pluriempleo. Antes solo iba del pivote al lateral, ahora es mucho más complejo. Un Álex Bergantiños 2.0. Siempre de guardia y para lo que haga falta. Cada día tiene un nuevo cometido, cada día debe ser el tapón a una nueva vía de agua. En una suerte de hombre orquesta, el vilalbés abarca más y más campo y muestra su utilidad por su capacidad para interpretar el juego. Pero esa versatilidad por imposición parece hacerle estar a medias en todo. En todas partes y en ninguna.

Esas inabarcables tareas que le asignan demuestran cómo se retuerce y desvirtúa el Deportivo a partir de los nombres

Es, en cierta medida, la mejor demostración de cómo se está retorciendo y desvirtuando el Dépor a partir de los nombres. Le condenan, sin duda y de manera profunda, las bajas. Fue pensado como un equipo de extremos, con laterales apocados y un delantero referencia. Perdió casi todo. Hoy vive condicionado por esas ausencias y atado a la necesidad de recuperar a algunos futbolistas en los que creyó con fuerza en verano, como es el caso de Pablo Valcarce. Un llegador de falso nueve. Un nueve jugando de diez. Dos laterales con necesidad de ser profundos cuando no es su mayor virtud. Sin bandas específicas. El Dépor pide a gritos más naturalidad, ordenarse. Todo está en el aire cuando debería llevar un tiempo caminando sobre mayores certezas.

El equipo coruñés falló lo inimaginable, tiró por la borda la primera parte y regaló el empate, de manera incomprensible, en la última acción del partido ante el Tarazona. Sigue costando también descifrar qué quiere ser, verle con ambición y dominio en campos de conjuntos a los que, en teoría, supera ampliamente. Ni siquiera es capaz de vivir del error de contrincantes menores. Un tercio de liga, a siete puntos del descenso, a cinco del play off y a nueve del liderato. Media tabla, en tierra de nadie, con el listón cada vez más caído e inmerso en una mediocridad que no se puede permitir un proyecto de su enjundia, un club que, en teoría, estaba de paso. Hay equipos en Primera RFEF (y no son pocos) que han cogido la velocidad de crucero, que ya ganan por costumbre, y al Dépor le cuesta una barbaridad instalarse en esa dinámica, que es la única que le hará recortar puntos con la cabeza de la tabla. Pero para vencer casi por decreto, hay que jugar mejor, sentirse cómodo en el campo y al Dépor le sigue tirando una barbaridad el traje que Idiakez y las circunstancias le han preparado como equipo.

Últimamente cada vez que un técnico en Riazor se atreve con Abegondo, sale cara. No deberían parar ni dudar

Riazor vuelve a aparecer en el horizonte y también David Mella y Yeremay Hernández. Fuentes de ilusión y de regates y desequilibrio en ese desierto en el que se han convertido las bandas del Dépor. Uno estaba defenestrado por Óscar Cano hace unos meses y el otro partía este verano como futbolista del Fabril, como un complemento. Abegondo emerge ahora como la tabla de salvación para recolocar al equipo. Dos futbolistas que llegarán justos al partido ante Osasuna B y que no deberían ser los que tirasen del carro. Hoy son los encargados de lanzar unos cuantos salvavidas en el medio del naufragio. Últimamente cada vez que un técnico del Dépor se atreve con la base, sale ganando. Idiakez lo ha hecho unas cuantas veces, en otras duda y da un paso atrás. Ahora mismo, ante las ausencias y las decepciones que se han producido con ciertas contrataciones, Abegondo es un valor al alza en tiempos de crisis. Martín Ochoa, Jairo o Rubén esperan en el banquillo.

Vidas cruzadas

Este verano Max Svensson e Iván Barbero se cruzaron en la carretera. Uno a Pamplona y el otro a A Coruña. El barcelonés se convertía en un proyecto de futbolista de Primera División y el andaluz, en una realidad de Primera RFEF con el anhelo de ir escalando hacia el fútbol profesional. Hoy uno está en la camilla y el otro goleando en Tajonar. La mala fortuna ha querido que el Dépor es el que salga perdiendo en esta ecuación. Barbero, aunque no era titular indiscutible cuando se lesionó, era un futbolista llamado a darle sentido al proyecto, a ofrecerle una salida al equipo en largo, con desmarques, con balones descargados. Sin él se quedó romo el equipo. Martín Ochoa es el más cualificado para suplirle, pero entre que no tiene parte de sus cualidades y que, a la mínima, es el primero que se cae del once inicial junto a Hugo Rama...

La añoranza por Max Svensson será aún mayor este domingo porque el equipo coruñés no lo tiene ni a él ni a Barbero

El regreso de Max Svensson pone al Dépor ante el espejo de lo que tuvo y no tiene y ante el recuerdo de un futbolista que hacía feliz a un Riazor que, a día de hoy, le sigue echando de menos. Lleva dos goles en Osasuna B, aunque si algo aprendió la grada de A Coruña con él, es que había que medirlo por mucho más que por sus tantos. Era electricidad cuando el Dépor tenía un bajón de intensidad, era ese dolor de cabeza de cervicales para los defensas que se hundían, que siempre tenían una preocupación cuando deambulaba por ahí, con el acelerador siempre pisado a fondo. El domingo regresará a la que fue su casa y se llevará una ovación grande al principio del partido. El deportivismo le extrañará en directo por lo que no tiene con él y por lo que no está pudiendo disfrutar con Barbero.

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