La felicidad de cumplir 60

Carolina González

¿Se puede medir la felicidad? A priori parece difícil, pero la Universidad de Harvard lo ha logrado. Ha estudiado durante 85 años a 700 personas de dos generaciones y les ha hecho numerosas pruebas físicas y revisiones médicas para llegar a una serie de conclusiones, cuando menos, curiosas. La duda se presenta en si el resultado obtenido es extrapolable a toda la humanidad, pero si están pensando que no, reflexionen cuántos otros informes acaban sentando las bases científicas de teorías importantes con menos población participante en la prueba. Además, desmonta mitos de una forma muy interesante, como que la juventud es la época más plena, brillante y feliz de todas. Para Harvard, la edad a la que se alcanza el grado máximo de satisfacción sobrepasa los 60 años. Evidentemente depende de la salud, el entorno y la situación personal, pero el centro estadounidense apuntala su afirmación convincentemente.

En primer lugar, asegura que cuando uno peina canas toma conciencia de los límites de la propia existencia, de que el final está cerca y eso despierta cierta sensación de liberación de obligaciones indeseadas. Los hijos se independizan, llega la jubilación y dispones de más tiempo para hacer lo que te plazca. Y si a todo ello le sumamos las ganas de aprovechar cada momento al máximo y tener pocos pelos en la lengua, sentir que el corsé de una vida se desata debe generar una sensación de felicidad difícilmente descriptible.

En segundo lugar, los expertos abordan el principal miedo al que se enfrentan estas personas: la soledad. Sin embargo, lo convierten en un acicate más que en un lastre. Creen que les anima a estrechar sus vínculos afectivos, a buscar otros nuevos y ser más selectivos.

En el lado opuesto de este “felizómetro” improvisado se encontraría la desdicha o, lo que es lo mismo, la infelicidad. Según este estudio, el pico máximo de tristeza vital se sitúa en torno a los 47 años porque es cuando más preocupaciones existen. La incertidumbre ante un futuro menguante parece obligar a mirar por el retrovisor, un cuestionamiento existencial del que resulta complicado salir indemne. Analizada la realidad, llega la moraleja. Cada quien es él y sus circunstancias, y eso significa no dejarse condicionar por el paso del tiempo. Las etapas de la vida son diferentes para cada uno, por eso el mejor consejo es mirar hacia delante y querer ser feliz, porque otra cosa que deja clara este informe es la importancia de la actitud. Si querer no es poder, debería aproximarse lo suficiente como para conseguirlo, aunque fuera por un corto periodo de tiempo. Por eso de saborear la felicidad, aunque fuera un rato.