Sólo será un minuto

Propósitos del daño nuevo

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Tan navideño como el árbol de Navidad, los belenes o los papanoeles / reyes magos escaladores es el esfuerzo por hacer un balance del año que se va y una lista de propósitos para el Año Nuevo. Qué sería de un final de calendario sin volver a redactar en serio una serie de ideas y planes que —pensamos— harían la vida más agradable e interesante. Es divertido hacerlo y quizá la gracia esté, precisamente, en saber que habrá un bajísimo grado de cumplimiento que llenará de escarcha las previsiones. Qué sería de nosotros si lográramos hacer realidad lo que nos gustaría cambiar: vete tú a saber a qué dedicaríamos el tiempo de los buenos propósitos abandonados, esos que nos conocen tanto que nos han cogido cariño con el paso de los daños.

Tal vez nos marcamos objetivos demasiado ambiciosos, metas excesivamente lejanas y costosas. En lugar de empeñarse en poder ver las series en versión original sin subtítulos, saberse la letra y la pronunciación de un par de buenas canciones de buenos cantantes con cargas de profundidad, tipo Leonard Cohen. En lugar de apuntarse a un gimnasio que genere remordimientos por no ir, comprometerse a no usar el coche para trayectos cortos o subir las escaleras a pie unas cuantas veces a la semana. En lugar de empeñarse en llevarse bien con determinadas personas a las que tienes que ver sí o sí, hacer de risas corazón y tratar por evitar por todos los miedos de que los encuentros no acaben siempre de malas maneras. Y en lugar de fijar como prioridades ceñudas la pérdida radical de peso con dietas extenuantes o el abandono veloz de autoenvenenamientos, ser sensatos, modestos y, tenaces y no hipotecarnos con plazos y cantidades que más temprano que tarde nos dejarán emocionalmente bankruptcy (primera clase de inglés).

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