Shikamoo, construir en positivo

Feliz Navidad

José Luis Quintela Julián

Queridos y queridas, muy Feliz Navidad. Así, a bocajarro. No sé si se sienten identificados o no con la combinación de estas dos palabras, las más pronunciadas estos días, pero en cualquier caso se las dedico con ilusión. No crean que soy yo una persona que disfrute de forma exagerada de este tiempo de Navidad, ni de cualquier otro período de celebración singular, pero en cualquier caso vaya esta felicitación, desde el cariño y un profundo respeto. Pero, por preferir, a mí me gustan con diferencia los días de diario —los laborables—, que trato de diversificar y dotar de pequeños ratos de felicidad, que yo mismo me organizo y programo al margen de eventos colectivos. Y esto es fantástico, ¿no creen?, ya que tales días laborables son mayoría en el calendario...

Pero eso no es óbice para que les insista en mi deseo de que tengan muy felices días de Navidad todos y todas. Un tiempo que, desde mi punto de vista, ha ido perdiendo parte de su significación inicial y donde también la presión por un consumo exagerado, insostenible y absurdo es imponente, pero en el que creo que sigue subyaciendo un gigantesco mensaje de amor y amistad. A eso es a lo que me agarro, para seguir considerando estos días como bonitos. Un mensaje que también es de armonía y paz, valores de los que estamos verdaderamente necesitados de forma urgente, tanto a nivel global como incluso en clave mucho más doméstica y cotidiana.

La Navidad tiene sus más ancestrales vínculos con aquellas celebraciones propias del solsticio, que se ha verificado estos días, y que conforma la llegada del invierno. En clave telúrica y cosmológica, estas eran diferentes fiestas que tenían que ver tanto con espiritualidades preexistentes como con tradiciones muy imbricadas en la propia naturaleza, como las “Saturnales”, las “Brumales” o el “Sol Invictus”. Es en ese contexto en el que en tiempos del emperador romano Constantino, primero en legalizar y normalizar el cristianismo, se establece arbitrariamente la fecha del alumbramiento de Jesús el 25 de diciembre, no en vano Navidad —natividad— significa nacimiento. Se funde así todo lo anterior y el nueva credo, intentando no sé si simplificar o regular la vida en el vasto territorio del Imperio. Algo que cambió la Historia, porque no cabe ninguna duda de que tales decisiones, de hace casi mil setecientos años, han influido de forma fundamental en el mundo tal y como lo conocemos hoy. Y, en particular, en la conformación de los festivos que celebramos estos días.

Al margen de la fe de cada cual, un territorio personal que merece el máximo respeto, la Navidad es hoy un tiempo de concordia. De cariño mutuo, en una sociedad que hace tiempo que lo ha perdido en los trazos gruesos, y del que hoy solamente quedan retazos que exhibir a veces parece extraño. Pero yo soy de los que creen, fíjense, que en tal cariño está precisamente la clave del buen vivir. Quizá sea ese el motivo por el que prefiero un día a día imbuido de tal forma de ser y estar que unas fiestas con excesos pantagruélicos dedicados, presuntamente, a tal menester. De lo que me quedo de este tiempo no es con el marisco, que en general aborrezco, ni con la fiesta —de la que no participo salvo en lo tocante a reuniones con familia y amigos que procuro sean abundantes también a lo largo del año—, y tampoco con regalos que no necesito. Me quedo con el amor, con el desear felicidad, me quedo con la posibilidad de sonreír ante lo bueno y también ante la adversidad. Me quedo con lo gracioso que resulta vivir y sobrevivir cada día, que a la vez es también duro, complejo y muchas veces hasta luctuoso. Me quedo con usted, sí, y con aquel señor de allá que lee el periódico. Y con quien está sirviendo ese café, y con la chica que está esperando a cruzar, y con todos los seres humanos que ni usted ni yo vemos ahora, pero que existen e importan, estén donde estén. Me quedo con el pequeño tesoro que es cada persona, y con la idea de una vida donde la justicia y la búsqueda de la paz sean los valores principales. Y me quedo con una sociedad que progrese, entendido esto como que nos vaya mejor a todos los individuos, y no a un determinado colectivo, segmento o estrato de la misma.

Feliz Navidad, amigos y amigas. Feliz Navidad, hoy y siempre. Feliz Nochebuena y Feliz Navidad, desde las coordenadas ideológicas que ustedes quieran abrazar, mientras el respeto mutuo sea nuestra tarjeta de presentación y puesta en esta escena apabullante, inquietante y, al tiempo, deliciosa que es nuestra vida y la de los que nos rodean. Feliz Navidad.