EDITORIAL

El momento de Galicia

Rueda, ayer,
tras anunciar el
adelanto electoral. 
  | // X. ÁLVAREZ

Rueda, ayer, tras anunciar el adelanto electoral. | // X. ÁLVAREZ / DAniel Domínguez

EDITORIAL LA OPINIÓN

EDITORIAL LA OPINIÓN

Alfonso Rueda ha decidido que los gallegos vayamos a votar el próximo 18 de febrero. Con esta decisión, el presidente gallego confirmó los rumores que apuntaban a un adelanto electoral, si bien quedaba por saber la fecha concreta. Mucho se ha especulado también con la posibilidad de que los comicios gallegos y vascos coincidieran una vez más, algo que estableció en su momento Alberto Núñez Feijóo. Sin embargo, la resistencia del PNV a convocar las elecciones en el primer trimestre del año terminó por acelerar el proceso en Galicia.

Los comicios se van a ver de dos modos muy diferentes. Desde la óptica de Madrid, son una prueba de fuego para el PP de Feijóo y para el PSOE de Sánchez. Los primeros quieren demostrar la pérdida de apoyo ciudadano a los socialistas. Los segundos, que más allá de la amnistía o de la condonación de la deuda a Cataluña, el Ejecutivo desarrolla un programa de gobierno social que sigue contando con un respaldo mayoritario.

Pero es evidente que, para los gallegos, la batalla no es por ocupar La Moncloa. Aquí lo único que tiene que importar son los problemas que sufre Galicia y que, en la gran mayoría de los casos, quedan al margen de los grandes debates capitalinos. Tanto Rueda como sus dos principales rivales, Ana Pontón y José Ramón Gómez Besteiro, han coincidido a la hora de pedir una campaña por y para Galicia. Y hacen bien. Los gallegos han tenido hace apenas unos meses la posibilidad de votar en unas generales, por lo que su voz ya se ha escuchado.

No será fácil para los partidos e incluso para los ciudadanos escapar de ese ambiente crispado que se ha instalado en el panorama político español y que, poco a poco, se va trasladando a todas las administraciones. Lo acontecido en el último pleno municipal en A Coruña, con un duro enfrentamiento entre los concejales del PP y del PSOE y que concluyó con la expulsión del salón de plenos del portavoz popular, Miguel Lorenzo, aunque no terminó abandonando su escaño, no es más que un ejemplo de cómo el enconamiento de las posturas puede terminar por contagiarlo todo.

Estamos en un momento clave en el que Galicia se juega salir de ese furgón de cola en el que estuvo relegada durante demasiado tiempo. La eclosión de las energías renovables, el transporte sostenible o la industria tecnológicas son puertas que se han comenzado a entreabrir en la comunidad, que permiten vislumbrar un futuro mucho más halagüeño para Galicia y que, en los últimos tiempos, han acelerado la convergencia económica de Galicia con el resto del Estado.

Ese es, precisamente, el reto que tendrá que afrontar el próximo responsable del Gobierno autonómico: fijar con sus políticas el tránsito hacia la nueva realidad que está comenzando a surgir a nivel global.

Por todo ello, no nos podemos perder en debates estériles, en declaraciones altisonantes que nada aportan al debate que nos tendría que ocupar. Ojalá que los candidatos sean capaces de hacer una campaña propositiva, centrada en los problemas de Galicia y en las soluciones que cada formación presenta para ellos.

Este es el momento de Galicia y de los gallegos y cualquier otro mensaje tendría que ser recibido por los electores como una maniobra de distracción del que no quiere o no sabe plantear la senda por la que tendrá que deambular Galicia en los próximos cuatro años, por mucho que haya quien se empeñe en traer a esta tierra comportamientos que nunca nos fueron propios.