Shikamoo, construir en positivo

Queridos Reyes Magos (edición 2024)

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Queridos Reyes Magos: Aunque ya es día 6, y sé que no llego a tiempo con la carta, como sois omniscientes sé que no será obstáculo para vosotros el poder responder a mis peticiones. No son de algo tangible y, quizá, os están llegando justo en el momento en que escribo este texto. Lo haré, además, recopilando algunas de mis solicitudes de las mismas fechas en esta columna, casi siempre esbozadas bajo igual título que hoy, y que por tanto ya conocéis. Ojalá nos lo podáis regalar, porque nos vendrá bien... Son deseos que tienen que ver con la mejora colectiva como sociedad, y a pesar de haber sido escritos hace años siguen estando todos muy vigentes, algunos más que nunca, y son de gran necesidad.

El año pasado, en estas mismas páginas, os pedí que en el período de doce meses que acaba de fenecer nos aportaseis armonía, paz, concordia, entendimiento y estabilidad duraderos, junto con enormes consensos, y que todos y todas pudiésemos contarlo. En el ejercicio anterior, el de 2022, también acudía al mismo encabezado para pediros salud, pero no esa salud genérica que se pide y ya está, sino una basada en las decisiones propias y ajenas, una salud proactiva, una salud relacionada con las buenas prácticas en los actos cotidianos. En aquel momento, pero muy vigente hoy, hablaba de responsabilidad individual y colectiva en el contexto del la infección por SARS-CoV-2, que había causado ya un extraordinario incremento de la mortalidad. Pedía la salud que tiene que ver con las cosas bien hechas, y no con las políticas de medio pelo, las estrategias de quita y pon, el personal por horas o por días, o las críticas basadas únicamente en el “quítate tú para ponerme yo”.

En la edición de 2021 de mi “Queridos Reyes Magos”, el periódico recogía una petición expresa de talento, de que la sociedad sepa ver lo importante y actuar en consecuencia, al margen de las veleidades pasajeras y de los intereses particulares. Expresaba entonces mi preocupación por el enorme deterioro sufrido en nuestro país por el llamado “ascensor social”, tan ligado al valor del talento “per se” y vilipendiado por la inercia por mantener el estatus de los que han nacido mejor posicionados, independientemente de sus competencias y su valía. Me hacía eco entonces de mi columna homónima de 2018, donde afirmaba rotundamente que si las responsabilidades no se adjudican a partir de las aptitudes, manteniendo las prebendas y regalías tan de aquí, la sociedad acusará cada vez más un mayor declive. Muy actual también, ¿no?

En 2011 os pedía ilusión, concordia e innovación. La primera, porque la sociedad está muy falta de ella. La segunda, ligada a un cierto nivel de consenso y claridad de a dónde queremos ir y para qué. Y la tercera, buscando un equilibrio entre la tradición y la mejor manera de organizarnos e incluso de imaginarnos en un futuro. En 2008 hablaba de consumo responsable, y os pedía expresamente que el fuerte golpe de la crisis económica no se cebase, como siempre, con los más vulnerables. Y es que ya saben que llueve siempre sobre mojado... ¿Podremos cambiar eso alguna vez?

Y, hablando de personas vulnerables, en 2010 os pedí un mejor reparto de lo que hay, iniciativas verdaderamente estimulantes para la economía y la sociedad, así como gobernantes claros —alguna rara avis aparece alguna vez— que aparquen las declaraciones de intenciones para buscar el bien común, a largo plazo, y por encima de meras posiciones de partido. Algo que, para mí, implica un cierto grado de reinvención del paradigma...

El de 2012 fue un artículo recopilatorio, como este. En el mismo reflexionaba sobre la relación del amor con los regalos, la cual nunca he entendido demasiado bien pero animaba, en caso de comprar, a hacerlo en el pequeño comercio, frente a los gigantes que cada vez atesoran una mayor cuota de mercado. Y en 2014 más que pediros algo la mía fue, al contrario, una carta para aclarar qué no quería. Os decía que no quería, simplemente, matar el tiempo. Tampoco perder la perspectiva, ni anteponer el “cómo” al “qué”. No quería excusas. Tampoco amigos y amigas a medias, o una sociedad blandita a mi alrededor, que no sepa afrontar los retos con decisión. Tampoco quería, expresaba, libros de recetas simplemente basadas en la tradición, en lo meramente consuetudinario, sin más. No quería envoltorios sin contenido, ni una sociedad que acicale lo insostenible a base de afeites y perfumes. Ni la negación por la negación. Ni el humo, sin más. Ni desarrollos matemáticos sin una definición previa de la métrica subyacente. Quería paz y amor, espíritu de servicio, libertad y respeto. Quería civismo y convivencia, vida lenta, conocimiento e inteligencia. Quería compartir con alegría y, también, cierta austeridad.

No he seguido buscando todas mis cartas previas, porque necesitaría todo el espacio del periódico para plasmarlas. Además, creo que con lo extractado podéis tener ya una idea de qué traerme... si fuese posible Porque lo raro este año es que podáis llegar hasta aquí viniendo de un Oriente tan convulso y tan lleno de heridas y mortajas, que mete miedo. Y, mira, si queréis hasta no vengáis, quedaos por allá repartiendo paz y dando amor infinito. Creo que, honestamente, hacéis mucha más falta aún por esos lugares donde el único silbido que se oye es el del fuego de mortero... Cuidaos mucho, poned toda vuestra magia a disposición de la paz y... acompañad a los que más sufren. Os lo agradeceré sobremanera, Melchor, Gaspar y Baltasar.

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