¿Dónde están nuestros intelectuales?

Roberto Carlos Mirás

Roberto Carlos Mirás

Manuel Sacristán describía a José Ortega y Gasset así. “Su obra, además de enseñar cosas, enseñaba a vivir y todo lo que el vivir conlleva…”. Agapito Maestre realizaba una autobiografía no solo sobre su vida, sino que también revisaba toda su obra aclarando términos que en ocasiones no han sido bien entendidos.

Julián Marías, que fue uno de sus discípulos, dejaba entrevistas, artículos y una biblioteca repartida por distintos lugares igual que esa misma habitación rodeada de conocimiento donde vivía su hijo Javier Marías, el cual según muchos tendría que haber ganado el Premio Nobel de Literatura.

Miguel de Unamuno era una persona un tanto curiosa en todos los sentidos de la palabra pues no olvidaba la solución a la crisis del patriotismo con un padre que había hecho una pequeña fortuna en Méjico para poder casarse y poder instalarse a vivir en Bilbao, algo que debió de llamar la atención a Alexandre Rodríguez Guerra al publicar un ensayo donde relacionaba a don Miguel con la lengua gallega. Este ensayo es un complementario al publicado por José María Marco.

El escritor Javier Moro, tras distintas obras de denuncia, se sumerge ahora en Que nos quieren muertos, donde cuenta la historia de un padre de familia que de la noche a la mañana se encuentra en una celda por un crimen que no cometió y una madre que se vio obligada a maquillar la realidad ante sus hijos mientras clamaba en la ONU y en la Casa Blanca por la liberación de su marido y de unos padres que no se resignaban a que su hijo perdiera la vida entre rejas con el abrir de esa puerta donde todos pueden saber lo que está ocurriendo en Venezuela.

Es algo similar a lo denunciado por el escritor y editor Paco Ignacio Taibo II, conocido por sus múltiples obras y por su recuperación en el campo de la literatura de esas capas marginales a donde en ocasiones no llega un simple libro que, según sus palabras, “han tenido que darlos gratis para que muchos intercambien lecturas y conocimientos”. Entre 1875 y 1920, la cuarta dimensión flotaba en el ambiente científico y artístico y literario europeo, ya que se abría una puerta a través de las matemáticas. Edwin A. Abbott escribió en 1884 sobre un mundo de dimensiones; la segunda, a la teoría original de la cuarta dimensión, postulada por Charles H. Hinton a finales del siglo XIX del arquitecto y diseñador Claude Bragdon donde de pronto, el protagonista se encuentra con una esfera a la que no puede ver en su totalidad por tratarse de un ser proveniente de un espacio dimensional superior. ¿No será lo que ocurre actualmente? ¿Necesitamos una reconversión en todos los aspectos de este mundo denominado globalizado? ¿Dónde encontramos a personas como Claude Fayette Bragdon (1866-1946) escritor, arquitecto y escenógrafo? ¿Sentimos como Charles Howard Hinton con sus muchos conocimientos a considerarnos verdaderos seres marginales?

En los tiempos actuales, los profesores Romualdo Bermejo García y Pilar Pozo Serrano describían en Una Tierra dos Estados: Análisis jurídico-político del conflicto árabe-israelí en el año 2011 cómo eran los intereses políticos, pero con la ley en la mano que sucedían entre estos dos “una tierra y dos Estados para dos pueblos: el judío y el palestino. Estos deben reconocerse mutuamente como prueba de una aceptación común de la existencia de dos entes soberanos”. A lo que añaden: “Se analizan cuestiones más puntuales como el estatuto jurídico de los territorios administrados u ocupados por Israel tras la Guerra de los Seis días, la cuestión de los asentamientos y los problemas que plantean, el denominado proceso de paz tras la Conferencia de Madrid en 1991”. Ambos lo hacen con la ley en la mano…

Bermejo García es Catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de León y Pozo Serrano es profesora Titular de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la universidad de Valencia. Han sido numerosos los incidentes en los territorios ocupados con una gran tensión entre los palestinos y los israelíes. Partidarios y no partidarios han hecho del compromiso territorial unas lecturas muy diferentes. Tan distintas han sido como las originadas en su momento por Henry Kissinger (1923-2023) procedente de una familia de judíos alemanes cuando quería acabar con el comunismo y logró ser el asesor de muchos de los presidentes que pasaron por la Casa Blanca o cuando se le ocurrió la idea de grabar a todos aquellos que habían trabajado directa o indirectamente con él.

Ha ocurrido en España algo parecido al hablar de la muerte de Carrero Blanco (¿lo mató la CIA o no?) o de un personaje llamado el Lobo, del cual habló en sus trabajos el periodista Fernando Rueda que hace algunos años asombraba al mundo al publicar La Casa, una de las obras pioneras en torno al CESID o CNI como se le denomina actualmente. ¿O se acuerdan ustedes de Xavier Arzalluz y el estudio de los periodistas Isabel Durán y José Díaz Herrera en 2001 como en su momento se le denominó un rey sin corona?

¿Dónde se encuentran nuestros intelectuales?, parece preguntarse el escritor israelí David Grossman cuando hablaba con Mario Vargas Llosa. Sólo que Grossman perdió un hijo por eso…