Shikamoo, construir en positivo

Vergüenza ajena

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Buenos días, amigos y amigas. Déjenme que vaya al grano, porque nobleza obliga. Y es que lo que pasa en este país —y quizá en algunos otros, pero que conozco bastante menos— da mucha pena. ¿A qué me refiero? Pues al constante clima de pelea existente entre quien está al frente de instituciones y organizaciones creadas, paradójicamente, para resolver problemas. Y, miren, así no...

Hablaba de los pródromos de todo ello en mi anterior columna, “Más allá de los pellets”, viendo los movimientos de unos y otros a raíz del vertido de granza de plástico por parte del buque Toconao, mientras la casa seguía sin barrer. Pero la cosa ha ido a más, como siempre, y hoy la vergüenza ajena que siento es supina. Y es que la trifulca ha continuado, y el vodevil en que se ha convertido el asunto de este episodio de contaminación del ya castigado océano roza lo rocambolesco y el absurdo. ¿Es este el país que queremos? ¿Es el nivel democrático que nos merecemos? ¿A quién tenemos en las instituciones y por qué?

Recuerden que, en el primer acto de la tragedia, personas con responsabilidades políticas, pero sin capacidad técnica para opinar se aventuraron a restar importancia a un evento de contaminación marina que es preciso aquilatar con criterio científico. A ello sucedió un rifirrafe entre las administraciones, seguramente sin que ninguna de ellas tuviese toda la razón. Y es que quizá desde el Gobierno Central no se obró con toda la diligencia y rapidez precisa en la comunicación a la Xunta, con determinadas competencias en el control de la contaminación en el litoral, pero lo que no puede hacer tampoco esta administración autonómica es pasar de una postura claramente negacionista y de ninguneo de la alerta a pedir medios prolijos, por tierra, mar y aire, para una presunta intervención en alta mar que es muy difícil que pueda producirse y que implica, en cualquier caso, un enorme viraje desde la postura inicial del “yo me las compongo”... ¿A qué jugamos, pues, más allá de una impostada y eterna partida de ajedrez en tiempo electoral?

Con todo, ya no es sólo el problema de los plásticos, que repito que habrá que terminar de ver desde un criterio mucho más científico y técnico que aquel al que nos tienen acostumbrados los que hablan por hablar. Es el problema de la calidad de la “cosa pública”, del nivel de desprestigio continuado en el que en la misma se incurre cada vez que sucede algo un poco extraordinario, y de la puesta al servicio de la política de partido de lo que debe ser gestión neutra y técnica, como jamás hubiese ocurrido en otros países. Señores y señoras, enciérrense a nivel político, escuchado el nivel técnico, pónganse de acuerdo para dar las respuestas pertinentes y precisas, y ejecútenlas en tiempo y hora con los medios del Estado, en cualquiera de sus niveles administrativos. Y, por lo demás, cállense. La Xunta y el Gobierno Central no son cortijos donde ustedes reinan, sino parte del entramado —excesivo por otra parte, desde mi punto de vista— del que nos hemos dotado como pueblo para resolver nuestros problemas, y no para crearlos. Sobran las declaraciones grandilocuentes, la crítica por la crítica y la búsqueda de réditos políticos —desde la derecha o desde la izquierda— pensando que unos u otros salen beneficiados. No, de ninguna manera. Lo que ocurre con estas diatribas tan públicas y notorias es que la reputación democrática pierde fuelle, y todo se nubla y estropea cada vez más. Así, no tengan ninguna duda, perdemos todos.

Y es que el conjunto de lo dicho da vergüenza. Es muy triste que lo que trascienda a la opinión pública sean estos líos, cuando hay capacidad y criterio técnico probados para hacer las cosas bien. O todo lo bien que se pueda, porque igual que no se le pueden poner puertas al campo, tampoco será posible recoger todo este material desperdigado en la inmensidad del mar. Algo que tampoco es nuevo, oigan, porque este episodio no es más que otro desgraciado “suma y sigue” de un nivel de basura absolutamente insoportable en el mismo.

Al cierre, y a modo de epílogo, les digo que cuentan los tabloides que ha empezado a bajar el nivel de crispación. ¡Ojalá! Es paso indispensable e imprescindible para llegar a buen puerto, nunca mejor dicho, con todo este despropósito... En serio que todos ganaremos con “más chicha” y menos “limoná”... O, como dijo mi amigo de Curitiba, “menos samba e máis traballar”...

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