Al azar

El Constitucional condena a Batet

Matías Vallés

Matías Vallés

El Constitucional no solo devuelve al entonces diputado canario Alberto Rodríguez el escaño en el Congreso que no debió perder ni un solo día. Sobre todo, el Tribunal condena a Meritxell Batet, a la sazón presidenta socialista de la cámara y que expulsó por miedo a uno de los representantes públicos que estaba obligada a defender hasta la extenuación de un atentado externo. El ataque presidencial a la dignidad personal palidece frente al insulto a los 65 mil tinerfeños a quienes la cacicada anuló repentinamente el voto.

El comportamiento injustificable de Batet se agrava por tratarse de una presidenta teóricamente de izquierdas. No solo desamparó asustada a uno de sus diputados, sino que se sometió al machismo del Supremo en un cruce de notas. La presidenta barcelonesa sufrió un ataque de pánico, cuando Vox le insinuó que podía correr la misma suerte que su homóloga catalana, la encarcelada Carme Forcadell. El Congreso no se vio forzado a expulsar a Rodríguez, como se apunta piadosamente. La Mesa cambió de criterio para ahorrarse problemas, a costa del más sagrado de los derechos ciudadanos.

Mientras le propinaba la proverbial patada a Rodríguez, que encima era de Podemos, la presidenta del Congreso se ensimismaba en discursos angélicos sobre la prosa beligerante utilizada por los diputados, sin que estos excesos verbales reportaran lógicamente ninguna penalidad jurídica. Los altos cargos no se definen por los protocolos decorativos de su función. Desembarazarse de un diputado con una levísima condena, define a una especialista en abandonar sus responsabilidades impoluta, sin preocuparle que su pureza se logre pisoteando los derechos de las personas a su cargo. Batet no mostró la mínima beligerancia hacia un fallo del Supremo por agresión a un policía que tuvo dos votos en contra. Y en efecto, el aspecto físico de Rodríguez supone un agravante de su infortunio. Fue expulsado por rastas, ya aprenderán estos rebeldes a quién votan.

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