Inventario de perplejidades

Añoranza del rombo del Palmeiras

José Manuel Ponte

José Manuel Ponte

Una atractiva señora brasileña, Leila Pereira, de 59 años de edad, explica en la contraportada de El País las presiones que recibe como presidenta del Palmeiras, equipo de fútbol al que quiere convertir en una entidad puntera por muchos años. “Sufro amenazas. Creo que intentan amedrentarme porque soy mujer, pero no dejo que me desanimen. Y me siento muy sola en la Federación Paulista, integrada en la Confederación Brasileña de fútbol”. Pese a reconocer que el mundo del fútbol es abrumadoramente masculino, la señora Pereira asegura que ella siempre se ha manejado bien en esos ambientes. Hay que desearle que le vaya tan bien en sus proyectos deportivos como en la vida. Ella figura entre las mujeres brasileñas más ricas y su marido es un importante hombre de negocios.

En los últimos años, el Palmeiras resultó ser uno de los mejores equipos de Brasil, pese a que una temporada pudo haber bajado de categoría. En A Coruña se recuerda con simpatía a la entidad fundada en 1914 por emigrantes italianos, entre otras cosas, porque formó parte de una ensoñación del presidente Augusto César Lendoiro cuando quiso traer para el Deportivo a cuatro de los jugadores que formaban lo que él llamaba “el rombo del Palmeiras”. Es decir, a Rivaldo, a Djalminha, a Flávio Conceição y a Luizão. Cuatro fenómenos que se complementaban perfectamente y que a buen seguro hubieran garantizado más de un título de los grandes para las vitrinas del equipo blanquiazul.

Consciente de ese peligro, el Barça se llevó por una cantidad que entonces pareció exorbitante (4.500 millones de pesetas) a Rivaldo el último día del periodo de fichajes, sin dar tiempo para que Lendoiro maniobrase para cubrir tan sensible pérdida (que se dice en los obituarios).

Pese a todo, se conquistó un título de Liga, dos de Copa, tres más de Supercopa y llegar a una semifinal de la Champions, que se perdió contra el Oporto de Mourinho tras unos arbitrajes sibilinos y un entrenador excesivamente timorato, que, al parecer, rezaba el padrenuestro con la plantilla antes de saltar al campo.

Entre medias, Djalminha, el jugador más técnico y espectacular, fue apartado del reparto de camisetas tras un incidente con el entrenador. Flávio Conceição, gran despliegue físico y potentísimo disparo, fue cooptado por el Real Madrid por otros 4.500 millones de pesetas. Luizão, que combatía la morriña dándole gusto al paladar y acumulando kilos por los restaurantes coruñeses, volvió a cruzar el Atlántico de vuelta a casa. Y así se frustró el sueño de Lendoiro de traer a Riazor al famoso “rombo del Palmeiras”.

Con la perspectiva que dan los años es de justicia reconocer que la presidencia de Lendoiro al frente del club fue un éxito deportivo extraordinario, casi diría que milagroso, dado el tamaño de la ciudad que lo acogía. Sobre la supuesta ruina económica de la entidad, poco hay que decir. Según lo que dicen los presidentes del Real Madrid y el presidente del Barcelona FC, el fútbol español está en la ruina más absoluta. Y no creo que eso sea culpa exclusiva de Lendoiro.