Crónicas galantes

Elecciones en mes de mal fario

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Una infausta conjunción astral ha favorecido la coincidencia de un martes que cayó en trece con un año bisiesto y un mes climatológicamente tan imprevisible como el de febrero. Solo a un gobernante sin prejuicios se le ocurriría convocar a los votantes en estas arriesgadas fechas: y tal mérito hay que reconocérselo al presidente de la Xunta.

Si las últimas elecciones fueron en un julio de calor y playa, las del próximo domingo van a celebrarse durante el Carnaval, tirando ya a Cuaresma; y además en un febrero con 29 días de calendario. Es decir: que puede pasar de todo, aunque lo normal es que pase lo de casi siempre en Galicia. O no.

Febrero suele ser mes de mal pronóstico, aunque marzo gaste todavía peor fama por aquello de los aciagos idus que le profetizaron con acierto a Julio César. Por si ello no bastara, el pasado martes fue día 13: y este año es bisiesto.

Al mes todavía en curso lo han bautizado los refranes como febrerillo el loco, por razones vinculadas a la atmósfera. Mucho antes de que se hablase del cambio climático, se aludía ya a febrero con el diminutivo de “Febrerillo el loco, con sus días veintiocho”, debido a su cambiante clima. Incluso Shakespeare evocó el mal fario de este mes en una de sus menos conocidas piezas teatrales: “Tienes”, decía uno de sus personajes, “cara de febrero, llena de hielo, tormenta y nubarrones”.

Nada más natural si se tiene en cuenta el mudable clima de febrero, en el que suelen coincidir temperaturas altas y bajas, lluvia, sol, nieve, viento y temporales. Una locura, ciertamente. Esos días de ahí atrás pasó por Galicia la borrasca Karlotta, a la vez que el país vivía días de calor primaveral, lo que acaso convalide las opiniones de Shakespeare y del refranero.

Sugiere también la gramática parda de los refranes que los años bisiestos, como el actual, han de ser inevitablemente siniestros. No hay razón científica o siquiera astrológica que convalide esa creencia, así que habrá que reputarla de superstición. Y nadie mejor que los gallegos para saber que las supersticiones traen mala suerte, por lo que no conviene incurrir en ellas.

Acertará, en cualquier caso, el refranero por lo que toca a las elecciones. Es seguro que traerán desventura para aquel partido o partidos que no consigan hacerse con el poder. No es menos verdad, sin embargo, que supondrán una fuente de dicha para el o los que conquisten el gobierno, lo que invalida el pronóstico de “Año bisiesto, año siniestro”.

Los fabricantes de encuestas, que vienen a ser el moderno equivalente de quienes adivinaban el futuro en el hígado de las ocas, dictaminan en su mayoría que seguirá gobernando Alfonso Rueda, el aventurado convocante de las elecciones. No obstante, el CIS, órgano demoscópico del Estado (y tal vez del Gobierno), le regatea ese triunfo al afirmar que igual gana o igual no. Un pronóstico de lo más gallego, por más que la encuesta la hagan desde Madrid.

Habrá que ver el resultado. Si el martes y 13, el febrerillo loco y el siniestro año bisiesto no bastan para gafar al PP que está al mando, probablemente no vuelva a haber ocasión más propicia para sus contrincantes. Emoción e intriga no van a faltar en el escrutinio.

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