Shikamoo, construir en positivo

Maixabel

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Queridos y queridas todos, ¿qué tal están? Pues espero que muy bien, lo cual les deseo de corazón. Déjenme que les salude en este día de reflexión, antesala de uno de esos días grandes de ejercicio de la praxis democrática. Y lo hago queriendo resaltar el valor de tal espacio dedicado a repensar, cada uno de nosotros y nosotras, el sentido de nuestro voto. Al fin y al cabo va en ello el futuro a corto plazo de nuestra sociedad, el cual está indefectiblemente ligado a nuestro propio futuro individual. Les deseo a todos y todas ustedes lo mejor en ese proceso íntimo, individual e intransferible. Y que el resultado dimanado de la voluntad de todos y todas sea el más adecuado para el conjunto, sea cual sea.

Hoy quiero deslizar una mirada a un tema que también tiene que ver con tal ejercicio de democracia, ejemplificado en una película. Porque hace un par de días, después de la recomendación expresa de alguien con criterio sobre la cuestión, tuve la ocasión de ver en la cadena pública de televisión la película Maixabel, de Icíar Bollaín. Había oído de ella hace tiempo, y sabía que me iba a gustar. Pero les confieso que el resultado superó las expectativas. Me gustó oír hablar, a pesar de todos los pesares, de algo parecido a reconciliación.

Lo cierto es que la película, basada en la peripecia real de Maixabel Lasa, viuda del político vasco Juan María Jauregui, asesinado por ETA, es una hermosa historia de esperanza. De querer mirar hacia adelante, sin olvidar y sin dejar de amar a la persona cuya vida fue cercenada de forma cruel por la banda terrorista, pero buscando algo que va aproximándose progresivamente al concepto de reconciliación en la obra. De utilizar el conflicto como herramienta para salir de él, y no para emponzoñarse con su presencia eterna. Y de saber ejercer un ejercicio de resiliencia, de una capacidad innata para volver a levantarse tras cada caída y, si me lo permiten, incluso para acercarse a algo que pueda tener que ver con el perdón. La verdad es que ver la película, donde los papeles principales son magistralmente interpretados por Blanca Portillo y Luis Tosar, bien acompañados por otros profesionales con una excelente factura, no te deja indiferente. Y, en mi caso, me hizo enamorarme rápidamente de la figura real de Maixabel Lasa, una de las primeras víctimas que accedieron a entrevistarse con sus victimarios tratando de encontrar respuestas a preguntas nunca respondidas durante años oscuros y difíciles.

Las últimas escenas, en las que Ibon —Luis Tosar— deja un ramo de rosas blancas y rojas frente al monolito de Jáuregui, mientras todos los presentes entonan el Xalbadorren heriotzean, comenzando algunos de forma vacilante y visiblemente incómoda por la presencia del antiguo integrante de ETA miembro del comando que le mató, son francamente emocionantes. Y esa sensación se incrementa, acentúa y conecta con la vida real cuando, entre los presentes, se muestra la verdadera Maixabel. Una mujer que supo entender y asumir su drama, contextualizándolo en un momento concreto y, a pesar de todos los pesares y de tanto dolor, mirar hacia adelante.

La película, en la que Urko Olazabal, María Cerezuela y la antes referida Blanca Portilla ganaron sendos Premios Goya, no te deja indiferente. Y es un excelente pródromo o antecedente de la tarea de reconciliación, dura y difícil, pero absolutamente necesaria para mirar hacia un futuro mejor. Un futuro que no se puede empañar desde la praxis política de hoy basada en los mantras de ayer, y al que conviene mirar sólo para aportar y nunca para enlodar. El que tenga oídos, que escuche.

Feliz fin de semana electoral, en el que lo que importa es Galicia, más allá de las individualidades. Ese es el espíritu desde el que, según la libertad ideológica de cada cual, hemos de conformar nuestras instituciones. ¡Salud!

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