Opinión | Crónicas galantes

En Galicia se come y vota de todo

Un meteorito o cosa parecida cruzó los cielos de Galicia en la noche del domingo, coincidiendo con otra de las rutinarias victorias del PP. Los conservadores podrían haber aprovechado la ocasión para equiparar este fenómeno a la estrella que orientó a los Reyes Magos; pero optaron por no darle aire al asunto. Bien hecho.

Aun así, nada impide especular sobre la posibilidad de que estos sucesos en la atmósfera y la estratosfera guarden relación con la abundancia de gallegos en todo el planeta Tierra y tal vez en otros puntos de la galaxia.

Fue un grupo de la vecina Asturias, Zapato Veloz, el que aventuró por primera vez hace algunos años la existencia de al menos un gallego en la Luna con su tema Pandeirada sideral.

Ese paisano habría llegado al satélite terráqueo con el propósito de “calentar a las marcianas” y convencerlas de que votasen a Fraga, entonces al frente de la Xunta. Al parecer, aquella expedición unipersonal tuvo tal éxito que solo tardó una semana en conquistar la Luna y, presumiblemente, establecer allí un Centro Gallego.

Si los hechos relatados en la canción fuesen ciertos —y por qué no—, el meteorito avistado y fotografiado el domingo en Galicia no sería tal, sino una simple tanda de cohetes lanzados por la colonia gallega en la Luna para festejar el triunfo del PP.

Estos lances de magia y misterio, que en Galicia suelen verse como cosa ordinaria, tienden a suscitar perplejidades en el resto de la Península. Los meteoritos, las mareas negras, las brujas y el comportamiento electoral de los gallegos son motivo de asombro para no pocos observadores de ovnis de más allá del Padornelo. Ya decía Pondal que no nos entienden, no.

Sorprende que alguien se sorprenda todavía. Hace ya muchas lunas que se sabe que Galicia es un sitio distinto e incluso raro, según hizo notar el profesor Antón Reixa en la muy celebrada canción de ese título. Aquí suceden cosas de lo más singular desde que el Apóstol llegó a Padrón en una barca de piedra que al parecer desafiaba con éxito los principios de la flotación sobre las aguas. A partir de ahí, no hay rareza que no se acepte con naturalidad.

Como sitio distinto que es, Galicia vive en la paradoja. Gasta fama, por ejemplo, de ser un bastión inexpugnable de la derecha; aunque eso depende de cómo se mire. En las autonómicas no hay la menor duda de que se vota conservador; pero tampoco es menos verdad que en las municipales y a veces en las generales los gallegos inclinan su papeleta hacia la izquierda.

Obsérvese el caso de Vigo, la más poblada ciudad del reino. El candidato del PSOE atrajo más de un 60% de los votos en las elecciones locales del año pasado; lo que no fue obstáculo para que su partido bajase al tercer puesto de la clasificación en las autonómicas de este último domingo. Y el líder ni siquiera fue ahí el PP, sino el Bloque.

Los gallegos son así de volubles y lo mismo que te votan una cosa, te votan la otra. Todo depende del producto de temporada. Se entregan con la misma devoción al cocido en invierno que a la centolla en verano; y tanto a la derecha en las autonómicas como a la izquierda en las principales ciudades. Este es un pueblo omnívoro en el que se come y vota de todo, aunque no lo parezca. Nada que lo diferencie del resto de Europa.

Suscríbete para seguir leyendo