Opinión | Gárgolas
Navalnaya en Tebas
Estamos en Tebas, en el siglo V antes de Cristo. O mucho antes. En la lucha por el poder, Eteocles y Polinices, hijos de Edipo, que les había maldecido antes de morir, se matan entre ellos en una batalla cruenta. El segundo ha atacado a Tebas con siete caudillos de Argos. Creonte, el nuevo rey, tío de los jóvenes, decide que el primero debe recibir sepultura como legítimo defensor de la ciudad, mientras que el cuerpo del segundo será dejado a la intemperie, “sin honor”, para que lo devoren los perros y los cuervos. Antígona, hermana de ambos, desobedece las órdenes de Creonte porque cree que es más noble y más adecuado seguir las leyes divinas que las humanas. Después de limpiar el cuerpo de Polinices lo sepulta con los ritos funerarios que corresponden. Creonte, descubierto el delito de Antígona manda que sea enterrada viva en una cueva. Al poco, ella se suicida. Antígona, de Sófocles, es, para George Steiner, el caso más extraordinario de “permanencia y reiteración de un tema dramático a lo largo de la historia”.
Estamos en Kharp, en el círculo polar ártico. Ante las vallas de alambre de la Colonia Penal número 3. Siglo XXI. Una mujer, Lyudmila Navalnaya reclama a las autoridades que le entreguen el cuerpo de su hijo, Alexéi Navalni, fallecido recientemente en extrañas circunstancias. Acaba de ver el cadáver en un depósito y dice que solo quiere enterrarlo. Las autoridades rusas se niegan y dicen que, si no cumple las condiciones que le impone el estado, dejarán que el cuerpo se pudra en la cárcel donde estaba encerrado. La harán esperar y, al final, después del sufrimiento y la humillación, le entregarán el cuerpo, con una estricta normativa en cuanto al funeral.
Goethe, lector de la tragedia, considera que Creonte representa la tiranía y que Antígona es el ejemplo de la unión entre belleza y bondad. Escribe que Creonte es culpable de un crimen político hasta el extremo innoble de cebarse con el cadáver. Tenía razón Steiner. El mito pervive a través de los siglos y siempre es una lucha entre el tirano que prescribe la ley y la humanidad que lo desafía.
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