Opinión

¿Por qué no negociar en lugar de bombardear?

Dos años después de la terrible invasión de Ucrania, el balance no puede ser más catastrófico: 31.000 militares ucranianos muertos y más de 300.000 rusos, más de 100.000 millones gastados en armamento y en el campo de batalla, un empate infinito, en el que si alguien avanza es Rusia. Todos sufren, nadie gana: si un extraterrestre nos mirara desde un telescopio pensaría que, como bien dice el sabio antropólogo Eudald Carbonell, los humanos somos imbéciles. Un dispendio infinito de vidas humanas, la mayoría jóvenes; el dinero que debería haber ido a hospitales, escuelas o gente sin recursos tirados por la borda y nadie sabe quién gana si es que gana alguien. Si la acción de Europa en la guerra de Ucrania ya es dudosa por si sola, alcanza cotas dramáticas cuando se compara con su omisión en Gaza. Mientras en Kiev Von der Leyen se alinea en contra de la agresión rusa, en Israel rinde tributo al Estado agresor que quiere aniquilar a todos los palestinos. Lo que escandaliza en un sitio, y por el que debemos desembolsar miles de millones de nuestros impuestos, se convierte en silencio, cuando no en complicidad, en Israel.

La consecuencia de esta insoportable contradicción, o directamente calculada hipocresía, es la creciente indiferencia con la que la opinión pública europea se enfrenta a esta terrible guerra dos años después de su inicio. No es el único cortocircuito: mientras Zelenski se pasea por medio mundo pidiendo más recursos, y más armamento, para, según él “salvar la democracia”, resulta que la ley marcial impuesta en Ucrania no permite que haya elecciones y su liderato se someta a votación. Si hay guerra, no hay urnas. El desgaste de Zelenski quedó claramente reflejado en el desangelado acto organizado por Von der Leyen en motivo del segundo aniversario en el que la noticia eran, más que los presentes, los ausentes: no estaban ni Francia ni Alemania ni, sobre todo, Estados Unidos, cada vez más presionados para dejar de enviar armas en el pozo sin fin de este conflicto. Y es que la retórica oficial a favor de Ucrania choca cada vez más frontalmente con la realidad de los hechos. Por mucho que Josep Borrell proclame estos días que “Europa tiene que despertar”, lo cierto es que la opción militar, que supone alargar el conflicto, y el sufrimiento hasta el infinito, ofrece cada día más dudas. ¿No sería mucho más humano, mucho más barato y mucho más práctico negociar en lugar de bombardear? Hasta la fecha, el brutal sacrificio de vidas y de dinero público europeo no ha servido más que para avanzar, o quizás incluso retroceder, unos pocos metros de territorio. A pesar de ello, se nos insiste en que hay que seguir sacrificando vidas y recursos para parar una guerra cada día más cruenta e inútil para lograr una pretendida victoria que todo sabemos que no llegará jamás. Perdonen, pero ya que igualmente terminaran sentados en una mesa, ¿por qué no paran esta maquinaria infernal y se ponen a hablar de una puñetera vez?

Suscríbete para seguir leyendo