Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Frío

Primer artículo de marzo, con el que les saludo reivindicando el frío. Y es que el mismo es necesario, y ahora es lo que toca, ¿no? Háganme caso, porque esto no va de ser friolero o no, o de buscar confort o de tostarse al sol. Es algo que tiene que ver, directamente, con nuestra supervivencia como especie. Con la nuestra y la de muchos otros animales y vegetales... Si les convence el tema que les propongo, por favor pasen y vean...

¿Han leído ustedes una de las últimas noticias en los periódicos? Pues tomen nota: en nuestros mares próximos, tomando un marco temporal que arranca desde 1945 hasta ahora, han ido apareciendo unas cincuenta especies de peces antes propias de lugares más cálidos. Este estudio del biólogo Rafael Bañón, junto con expertos del IIM-CSIC, el IEO, el Cetmar y la Uvigo, nos advierte del impacto que tal hecho puede generar en los diferentes ecosistemas, relacionando tal fenómeno —claro está— con el constante incremento de la temperatura media del planeta. Algo a lo que no es inmune, claro está, tampoco el océano y que nos da una nueva prueba de que la alteración de las condiciones de vida en distintos medios se está agudizando.

Pero no es sólo en el mar, queridos y queridas, las consecuencias de tal aumento global de temperatura son ya palmarias en general. Fíjense que la Península Ibérica se encuentra ubicada en una zona que hasta ahora era templada, con diferentes subclimas más regionales, y muy influenciada por otros fenómenos que terminan de modular su patrón de pluviosidad y temperaturas. En particular, por lo que nos afecta, la Corriente del Golfo suaviza muchísimo las temperaturas en Galicia, de forma que si ustedes comparan el perfil climático de Nueva York con el de Coruña, salimos muy beneficiados. Ya les conté alguna vez que quizá uno de los lugares donde más frío pasé yo fue en esa megalópolis estadounidense en el mes de febrero, con mucha nieve y una combinación de humedad y frío verdaderamente impactante, justo al nivel del mar. Y sin embargo nuestras rías, a la misma latitud, disfrutan de un patrón climático mucho más benigno. Un hecho que podría peligrar si, vía calentamiento global, se produjese una fuerte alteración de ese gigantesco chorro de agua de mar que llega a nuestras costas influyendo notablemente en la temperatura del aire, así como en otros fenómenos asociados.

El calentamiento global influye en el inventario de otras muchas especies a nuestro alrededor, más allá de los peces u otros animales marinos. No creo que haya nadie que desconozca que muchos artrópodos propios de otras latitudes ya están aquí, desde insectos como la velutina o el mosquito tigre, a arácnidos como la garrapata Hyalomma, más allá de nuestra autóctona Ixodes Ricinus, que hoy ya sí transmite la enfermedad de Lyme al estar contaminada por Borrellia Bugdorferi. Y no olviden ustedes que ese y otros mosquitos son vectores de peligrosas enfermedades como el dengue, el zika o el chikungunya, que ya llegarán. O que la Hyalomma está ligada a la transmisión de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, con una alta letalidad. Todo ello se verá incrementado en el futuro y, viendo la evolución de tal cuestión, la nómina de posibles patologías asociadas a vectores propios de zonas tropicales o subtropicales se incrementará notablemente. Por eso necesitamos frío en esta época del año. Mucho frío, que ponga las cosas en su sitio y que asegure el normal decaimiento de tales vectores cuando toca. Necesitamos seguir siendo una zona templada.

Pero las cosas van mucho más allá. Sin frío suficiente en el invierno, también las plagas que actúan sobre los diferentes cultivos tendrán luego un desarrollo mucho más amplio. Esto puede significar mermas muy importantes en las cosechas y, afectando paulatinamente a los diferentes eslabones de la cadena trófica, tal impacto puede ir mucho más allá de los granos básicos. Si el patrón climático cambia, todo puede estar en peligro, y la disminución de la biodiversidad puede llegar a ser drástica. Un problema real, directamente ligado con un incremento de la temperatura media del aire de muy pocos grados, quizá dos.

No se trata de generar alarma innecesaria o de controlar a nadie, como se oye en algunos foros que claman por la “libertad”. Se trata de fijarnos en lo importante, sin mirar para otro lado y sin jugar a plantear cambios sólo de tipo cosmético y sin demasiado convencimiento o directamente desde un negacionismo irresponsable. De entender, desde el hecho científico, cuáles son las posibles derivadas de todo ello en nuestro día a día. Y, sobre todo, de dibujar posibles escenarios futuros y de cuáles serán las adaptaciones necesarias para paliar los problemas asociados a ellos... Todo un reto mundial que a mí me parece apasionante, y ante el que no podemos ni permanecer ajenos ni dejar de exigir acción a quienes nos representan y gobiernan a todos los niveles, ¿no les parece?

Lo dicho: que siga viniendo frío, que ya habrá tiempo para el verano... Ojalá.

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